¿Cómo fue el proceso de investigación histórica y documental de esta apasionante y extensa novela?
Como he dicho en varias ocasiones, fue el impacto que sufrí la primera vez que visité Cartagena de Indias lo que me impulsó a escribir este libro. Sus edificios y su historia, el Caribe, sus humedades, sus aromas. Naturalmente, la trama fue variando a lo largo del tiempo y necesité hacer muchas consultas: libros, documentos, visitas al Archivo de Indias en Sevilla, comprobaciones históricas sobre arquitectura, personajes históricos, la existencia o no de diversos objetos en aquella época; en fin, un trabajo bastante arduo que, sin embargo, disfruté haciendo.
¿Qué hay de cierto en esta complicada trama?
He respetado el marco histórico en su mayoría, aunque me he permitido ciertas licencias a fin de adaptar las circunstancias de los personajes de ficción a los acontecimientos de aquel entonces. Los hechos que rodean a dichos personajes son ciertos con alguna que otra variación, siempre tratando de no falsear el contexto histórico.
¿Qué opina de las polémicas actuales sobre la colonización europea de América, que ha llevado a que se destruyan algunas estatuas de Colón?
Un altísimo porcentaje de los monumentos y estatuas en el mundo están dedicados a verdaderos asesinos que, a través de los siglos han aumentado esa patina falsa de héroes o simplemente se ha olvidado quienes eran en realidad o lo que hicieron. Es una simple cuestión de tiempo y de las formas de la época en que se erigieron. La conquista de América fue sangrienta, no hay duda. La crueldad y la injusticia imperaron y eso no lo justifican los grandes edificios, la belleza de las iglesias o el interés por “evangelizar” a los nativos. En realidad fue lo que todas las colonizaciones son: el interés gubernamental o individual en enriquecerse y añadir territorios. Ya lo hacían Alejandro Magno o los romanos, y antes que ellos, muchos otros. Y no hay país con un mínimo de poder que no haya intentado en algún momento de su historia hacerse más grande y más poderoso. De hecho, sigue ocurriendo. La cuestión de las estatuas es peliaguda; si hacemos desaparecer todo signo del franquismo por representar un régimen dictatorial y asesino, o en Alemania, donde no se puede encontrar nada que ensalce el nazismo o a Adolf Hitler, ¿por qué debemos mantener estatuas de Pizarro, Hernán Cortés o Cabeza de Vaca, cuando fueron verdaderos miserables que mataban, amputaban, torturaban y denigraban por el oro? Eran valientes, sí, pero criminales. Cristóbal Colón, en mi opinión, es un caso aparte. Yo creo que fue un visionario que más tarde fue arrastrado por la ambición y el interés económico de la monarquía y de la Iglesia. En cuanto a Junípero Serra, Bartolomé de las Casas y otros religiosos, yo creo que eran sinceros en su interés en hacer las cosas bien, pero no estaban en una situación precisamente cómoda. Además, siempre tenemos que pensar que no podemos juzgar el pasado con los valores o los conceptos de hoy. Últimamente ha habido voces pidiendo a España que se disculpe por la conquista. Y es muy gracioso que quienes lo exigen sean precisamente descendientes de los conquistadores, no indígenas. Es el colmo del sinsentido. El racismo hay que combatirlo de otra forma, no tirando estatuas o destrozando tiendas y mobiliario urbano. Además, no olvidemos que el racismo está integrado en los genes de todas las razas y eso no es fácil de extirpar.
¿Cuál crees que el estado de la novela histórica en el mundo literario actual?
Creo que es un género que lleva teniendo éxito desde hace bastante tiempo. Como me dijo Neil Stokes cuando me entrevistaba en en El Punt TV: “Obtienes dos cosas por el precio de una”, y es cierto, aprendes sin darte cuenta a la par que puedes disfrutar de una trama amorosa, social, de denuncia o de un drama de cualquier tipo. Creo que hay muchos lectores a los que les gusta sumergirse en una época determinada de la Historia y seguir los devenires de sus personajes, sean reales, ficticios o una combinación de ambos.
¿Cómo recomendarías El sueño de ultramar a sus potenciales lectores?
Yo recomendaría esta novela a toda persona que quiera disfrutar de una historia en la que sus personajes se enfrentan no sólo a las circunstancias que los envuelven sino también a sus propios deseos, miedos, esperanzas, creencias y debilidades. Sentimientos enfrentados, lucha contra lo establecido o la aceptación de una forma de vida en el contexto histórico de las colonias españolas en América, de la Cartagena de Indias del siglo diecisiete, de sus bondades y de sus perversiones. Es también una historia de amor, de decepción, de entrega y de egoísmo. Es vida y es muerte; hombres y mujeres que la vida ha llevado a un paraíso para algunos y verdadero infierno para otros, y aunque el infierno nunca deja de serlo, el paraíso tiene a veces los días contados.
¿En qué género clasificarías El sueño de ultramar?
Obviamente es lo que llamamos novela histórica. No obstante, no es necesario estar interesado en la Historia o ser un aficionado a este género para poder disfrutar de su lectura.
¿Te atreverías con otro género literario?
Naturalmente. Es un estimulante ejercicio el intentar escribir sobre temas y tramas de índole distinta, explorar tus propias capacidades para contar historias de todo tipo.
¿Algún proyecto en ciernes?
Sí. En un par de meses –espero- habré terminado una nueva novela. En cierto modo está situada también en un contexto histórico, pero mucho más reciente y, mayormente, en Barcelona. Soy consciente de que se ha escrito muchísimo sobre la Guerra Civil y la terrible posguerra, pero me apetecía escribir esa historia que, espero, aporte al menos algo nuevo al tema. No sé si lo estoy consiguiendo pero en eso estoy.
¿Cuáles son sus principales influencias literarias, filosóficas y artísticas?
Me es un tanto difícil responder a esta pregunta porque creo que las influencias están ahí desde el primer libro que lees y disfrutas, la primera pintura que te impresiona o el primer axioma filosófico que te hace pensar. Soy muy ecléctico en todo. Me gustan escritores como John Irving, Somerset Maugham, Robertson Davis, Lawrence Durell, García Marquez, Terenci Moix, Borges y muchos otros. Sin olvidarme de autores de comics como Gary Larson o Quino. Siempre me gustaron las artes plásticas y me emociono igual ante una pintura de Juan Gris, Kandinsky, Pollock o Duchamp como ante un Caravaggio, un Rubens o un Boguerau. En cuanto a la filosofía -la materia más cercana a la vida a mi parecer- me inclino por la frase, presuntamente de Sócrates, “Solo sé que no sé nada”, una lección magistral para aquellos que creen saberlo todo.
¿Ha recibido ya algún feedback de los primeros lectores?
Sí, en general han sido reacciones extremadamente positivas, tanto de amigos y conocidos –espero que además de amables hayan sido sinceros…- como de personas no allegadas.
¿Quién es?
Profesor de inglés y de español desde 1984 —y ahora retirado de la enseñanza—, Antonio Alonso Buiyó ha ocupado paralelamente diferentes campos a lo largo de su vida profesional: guionista y locutor de radio, jefe de producción de corto y mediometrajes, realizador de un film publicitario premiado en los Advertising Excellency Awards de 1992 en Canadá, fotógrafo, viajero y al fin novelista. En esta ocasión nos presenta su primera novela mientras permanece ya inmerso en la creación de la siguiente.