Yalmar reina un mundo libre de religión y creencias en seres que se hacen pasar por dioses. Todo es bello y armonía. Se respeta y protege toda la naturaleza y signo de vida de la especie que sea. Ama a su pueblo, a los amigos, a la amada y, sobre todo, a Aymon, su reino. Un fiel amigo de la infancia le traiciona auspiciado por creerse protegido de los dioses. Hay batallas y destrucción de Aymon.
Yalmar, en ese intervalo, acude a Saikiel, arcángel del centro de la galaxia, que lo auxilia en su lucha contra Aijhar y los dioses, sin bajar sus pies a la tierra. No permite su esencia de luz. Quisiera destacar la figura inestimable del lobo Ayman, que tendrá trascendental protagonismo al final del poema. Termina este con un lamento de Yalmar sobre las ruinas de Aymon y el recuerdo de amigos caídos y naturaleza destruida, pero con la certeza de su renacimiento en un lugar extasiado del centro de la galaxia.