Scheherazade, otra vez, narra para sobrevivir. Ahora, el hacha del verdugo es la soledad afectiva y a ella sólo sabe oponer su fantasía. Vista en la necesidad de callar, descubre el verdadero calado de su aislamiento sentimental, la inutilidad de su estrategia y la loca impenitencia de su esperanza. Los relatos de esta nueva Scheherazade, según propia confesión, hablan únicamente de ciertos mundos cercanos a su persona, de aquel universo, en todo caso, que, si la persigue, de algún modo la retrata. Llevadas al papel sus fabulaciones al sultán, esta Scheherazade renacida es lacónica y diversa. Posiblemente sea por capricho. Pero le sale bien, porque leyendo detenidamente cada una de las historias, resulta difícil concebir que hubieran podido redactarse con una técnica más certera.