Mishka, una joven recientemente desempleada, decide hacer el Camino de Santiago tras tener una corazonada. Durante treinta y dos días camina alrededor de unos ochocientos kilómetros siguiendo flechas amarillas, inmiscuyéndose entre romanos y godos, pegando mordiscos a pedazos de historias que se escribían mientras se libraba la guerra de la Independencia, Doña Hurraca destrozaba puentes, y se quemaban iglesias. Un viaje con pinceladas de templarios y masones a través de un recorrido románico, gótico, y en ocasiones renacentista, que en común tenían hallarse en alguno de los lugares donde solía llegar con la caída del sol, ataviada con su mochila y su inseparable cuaderno de notas. Las estrellas, símbolo de guía para el peregrino, estarán estrechamente ligadas al amor y jugarán un papel fundamental no sólo durante el trayecto, sino en la vida misma de la protagonista. Una recopilación de la Vía de la Plata y el Camino Francés que se unen formando una trama cargada de emociones primarias y puras, de sensaciones verdaderas que subyacen al día a día, de retos y sueños cumplidos.