Hablan una lengua latina como la nuestra, viven en Europa desde hace setecientos años, muchos residen en Córdoba desde el año 2000 y todavía hay quienes los consideran forasteros, peligrosos y ajenos.
Clichés, etiquetas, rótulos y clasificaciones que nos hacen olvidar que tienen nombre y apellido, que llevan en el carrito de la chatarra una historia: la historia individual y colectiva que los trajo desde Giurgiu, Corbu o Bolintin hasta Córdoba, para poder alimentar a sus hijos cada día, como hacemos tú y yo; la historia que los obligó a abandonar sus viviendas de adobe para que el médico pudiera atenderlos cuando el abuelo enfermaba o la mujer estaba a punto de parir, igual que hacemos todos nosotros.
Dejémonos de patrañas. Ellos no son «los gitanos rumanos», «los rrom» o «los romà». Son Crisanta, Constantin, Muscata, Gheorghe, Victor y Mariana, personas concretas de carne y hueso, que en este libro hablan de su infancia, de sus sueños y recuerdos, mostrando rabiosamente una humanidad como la nuestra. Porque A la intemperie no es un ensayo académico, sino la crónica de un grupo humano poco favorecido en el bingo de la vida.
Hablamos de ellos y también de nosotros, del inhóspito recibimiento que encontraron a su llegada a Córdoba por parte de las autoridades locales, de los sambenitos que unos y otros hemos ido colgando impunemente en sus mochilas desde que llegaron a Europa desde la India. Porque A la intemperie es también un libro de denuncia contra los poderosos y contra la gente común, que demasiadas veces los hemos condenado sin juicio previo.
Y también hablamos, en este libro, de nuestra asociación, ACISGRU, que, con la ayuda y generosidad de la buena gente de Córdoba, se ha puesto a su lado para poner algunas tiritas en sus almas y en sus cuerpos, para tratar de entenderlos y entendernos. Porque A la intemperie quiere ser también un libro sanador, para ellos y para todos nosotros.