Este libro se sitúa en la larga tradición de la Biblia, el Quijote, el Satiricón, Alicia en el país de las maravillas, El libro de la almohada, Finnengans Wake…, es decir, la de los libros deshilvanados, variopintos, abiertos, heteróclitos, autodeconstruidos, sin orden, sin concierto, sin cabezas ni pies, sin principio ni principios, sin final ni finalidad.
Los poemas que lo forman llegaron a propósito de cualquier evento, lectura o vivencia y fueron ocupando mi tiempo sin que nadie los llamara, ni los invitara. Hubo días, semanas, en los que no se dignaban aparecer. Y hubo tardes que venían en panda, como tordos veleidosos, como lluvia de abril o como las malas noticias. Los fui acomodando como pude, pero llegó un momento en el que ya fueron demasiados y se hartaron de estar agazapados en libretillas y discos duros. Por eso los libero ahora y se los entrego a ustedes.
Los he peinado un poco y les he dado una especie de orden entre discutible, cuántico y esotérico, como el de algunos de mis anteriores poemarios. Marca de la casa, estilo, si quieren; manía a secas.
El verso libre, el haiku y la métrica popular castellana se entremezclan formando un todo, cuyo nivel de compatibilidad y coherencia solo lo decidirá el público, la crítica especializada o la posteridad. O ninguno de ellos.
Quizá el autor confíe demasiado en las virtudes del pensamiento lateral, del koan zen, del caos como semilla de la creatividad… y en la benevolencia de sus lectores.