Poemario escrito a lo largo de diez años. Comenzó una nueva vida, a tan sólo 100 kilómetros de su pueblo natal, pero lo suficientemente lejos como para necesitar escribir la soledad. Nunca se ha puesto delante de un folio en blanco con la intención de forzar la poesía. Más bien al revés, los versos han sido la canalización de sus emociones. Surgen como necesidad. Se han gestado en noches de insomnio o en mediodías de cafetería perdida en sus pensamientos. La mayoría de las estrofas, movidas por sentimientos viscerales: mortuorios, desamor, amor, sexo e inclasificados. Cuando le han censurado una pintura de autorretrato de desnudo, cuando ha sufrido de desamor o de abandono. Todo es susceptible de poetizarse. En los poemas «mortuorios» fantasea con su propia muerte. En el desamor, declama contra exnovios. En el amor, se recrea en afectos platónicos. El grueso va disminuyendo hasta «inclasificados», puesto que lo que más le mueve a escribir es el desasosiego. Estando feliz, no necesita plasmarlo, tan solo vive. En este último bloque se incluyen otras poesías atípicas o dispares, tales como una oda a la menstruación, a la menopausia, a su bici robada o incluso a una colonoscopia; todo autobiográfico.