Los jóvenes son el futuro y el presente de la Iglesia. Poseen la capacidad de comenzar de nuevo con renovado esmero, luchar por sus sueños y de no contentarse con una vida mediocre. No les temen a las dificultades, ni siquiera a situaciones que a veces parecen desbordarles. Más bien, les preocupa no tener una motivación fuerte y un proyecto seguro en medio de esas situaciones y retos. Rechazan la injusticia, la mentira y todo aquello que atente contra la dignidad del ser humano. Están agotados de frases de cajón, de consejos fingidos y prejuicios infundados. Comprendiendo su importancia y en la experiencia con jóvenes desde la parroquia, pastoral juvenil-vocacional y pastoral educativa, se fue afianzando la necesidad de profundizar en un ministerio adecuado para atenderles de la mejor manera posible. Añadido a esto, la celebración del sínodo de los jóvenes permitió poner sobre la mesa la necesidad de profundizar en este gran grupo humano que necesita de una acogida especial con actitud misionera y renovación de estructuras eclesiales para responder con eficacia a sus verdaderas necesidades. Desde esta motivación se realiza el presente ensayo.