¿Qué hay de real en Conmigo no podéis?
Todo es real. La historia de Pedro, cruda y cruel, se basa en las personales vivencias del que hoy está junto a mí. Una triste y amarga historia de maltrato, de aplastamiento, de bullying. Una triste existencia en un pequeño pueblo, marcada por las desventuras.
Paralela a ella, la historia de Alber, basada en mi propia vida. En ella narro mi frustrado sueño de haber sido sacerdote, sueño que truncó no solo el arzobispo de mi ciudad, sino también algún grupo religioso ultraortodoxo que no dudó en tratarme como a un enfermo.
Todas estas vicisitudes harán de Pedro una persona fuerte en medio de las adversidades, que le harán atravesar un noviazgo tormentoso con un ex presidiario que no dudó en su día hasta de acusarle falsamente de un robo. Frustración que llevará a Alber a separarse de una Iglesia que para nada lo respeta, viviendo una vida frívola y promiscua en medio del ambiente gay. Y finalmente… Como dos ríos turbulentos… Todo desemboca en el océano del amor.
¿Cree que, pese a los avances que se han producido en este sentido, aún sigue habiendo mucho prejuicio a la hora de plasmar en la literatura relaciones homosexuales?
Hoy ser gay está prácticamente de moda. De hecho, no hay teleserie, historia o película, donde no aparezca hoy día alguien homosexual o que vive su homosexualidad en secreto… Quizás, eso sí, en mi libro, Conmigo no podéis, al igual que en mi primer libro, En tu soledad, muestro las relaciones de un modo más explícito, entrando muchas veces en detalles de ese tan liberado y colorido mundo gay.
¿Piensas que algún día la Iglesia católica cambiará de opinión respecto a su consideración sobre la homosexualidad?
Para nada. La Iglesia es un club con unas normas propias. La Jerarquía jamás va a cambiar las normas morales. Y quizás, a riesgo de parecer políticamente incorrecto, que lo soy, no debería cambiar su opinión.
La Iglesia basa su doctrina y su moral en las Escrituras, en la Tradición. Las Escrituras son tajantes a la hora de condenar la homosexualidad. Tanto en el Antiguo Testamento, como San Pablo en sus cartas. Creo que la Jerarquía, tanto este Papa, como el siguiente, que me apuesto una mano y no la pierdo a que será el cardenal filipino Luis Antonio Tagle, no cambiará su postura. No canonizarán, según la opinión del prelado de mi ciudad, ningún tipo de ceremonia de unión gay o verán con buenos ojos la homosexualidad.
La Iglesia llama a la castidad a los gays. Habrá gente que lo cumpla. Y gente, como yo, que ni por asomo. Afortunadamente, tal como he dicho y reitero, la Iglesia es solo un club con su propia manera de concebir la realidad. Entra en la libertad personal de cada individuo seguir sus doctrinas y normas o no hacerlo. Pregunto yo… ¿Le afecta a alguien la normativa u opiniones que sobre la homosexualidad pueda tener un club de ajedrecistas jubilados? Pues, exceptuando a los países donde la Iglesia ordena y manda, en países como España, por fortuna, la voz de la Iglesia en temas como estos, es ya un alarido lejano y casi inaudible.
Y que quede claro que tanto como yo como mi pareja somos, a nuestro modo, católicos.
Para nada en comunión con la Iglesia. Pero sí que valoramos el bien que hace esta institución en algunos campos. De hecho, lo confieso, en la renta marco la X por el mucho bien que hace este extenso club filantrópico. Y jamás apostataría, porque, entre otras cosas, jamás negaría a Cristo. Para mí, la opinión del arzobispo de mi tierra vale tanto como la opinión de cualquier persona, aunque jamás viviría tal como él dicta.
Vivo a mi manera y me abandono en la misericordia de Dios, que para nada juzga tal como hacen los hombres.
El acoso escolar o el maltrato hacia las mujeres están muy presentes en su historia. ¿Cómo cree que se puede acabar con estas lacras?
Con la educación. También con leyes más fuertes. Con verdaderos y ejemplares castigos. No con buenísimo y permisividad, tal como hoy está tan de moda. No creo para nada en el profesor amigo, que comprende al alumno acosador y que cree que con el diálogo solucionará el maltrato escolar.
La sociedad de hoy piensa más en el criminal y en el delincuente que en el inocente, en la persona de a pie que no comete delitos. Ahí están sueltos tantos maltratadores, tantos asesinos. Y se deja desamparada como digo a la gente inocente, blanco de estos desalmados.
No creo en la reinserción para los maltratadores, los cuales deberían vivir el resto de sus días entre rejas. Así como creo firmemente que la expulsión del centro escolar o un internado o un reformatorio, debería ser el lugar indicado para los acosadores, para los menores que ya apuntan maneras para ser futuros delincuentes.
¿Cómo recomendarías Conmigo no podéis a sus potenciales lectores?
Conmigo no podéis es una obra muy intensa. Una obra que sorprenderá por su crudeza.
Por su veracidad y autenticidad. Una obra explícita, como todas mis obras, a decir verdad, donde narro con la crudeza que me caracteriza las situaciones desgraciadas que van viviendo los protagonistas. La palabra escrita, os lo dice un tímido, es la mejor arma. Mi baluarte de libertad y donde más libremente me expreso.
Por ello, recomendaría mi obra a todo aquel que quiera acercarse a una realidad tan compleja como es el mundo gay, lejos del colorido tan politizado que nos muestran los medios. Con su crudeza. La homofobia no es decir “maricón” a alguien, sino el aplastamiento psicológico del que es distinto.
¿Te atreverías con otro género literario?
Sí, de hecho, mis ocho libros son todos distintos. En tu soledad narra la historia de un anciano gay que recuerda su vida antes de morir. Así que has vuelto narra una surrealista segunda venida de Cristo. Bendito loco es una historia de amor desmesurado por el trabajo, olvidando el verdadero Amor por el camino. Santa Infancia es novela de memoria histórica, pero sin caer en el actual término maniqueísta de izquierdas, que pinta a la derecha como un ogro y a la izquierda como un oasis de bondad.
Conspiranoides es una comedia que mezcla la historia de unos chicos conspiranoicos que tratan de colarse en el club Bilderberg. Tan lejos de ti es un pregón de Semana Santa. Y Eres Libre, una crítica surrealista del populismo que hoy amenaza a España, sobre todo desde la Izquierda.
Tengo en el tintero varias obras, género de terror, género policíaco. Quizás algo espiritual. Lo que venga, aquí estoy.
¿Algún proyecto en ciernes?
Mi noveno, décimo y undécimo libros están escritos en mi mente. Si mi trabajo y la Tuna y las circunstancias en sí de la vida me dejan, verán la a luz de aquí a un año. O quizás dos. Siempre estoy escribiendo. Pero… Lástima que el día no tenga 48 horas.
Aun me faltarían para poder hacer todo lo que quiero.
Pregunta típica, pero necesaria e interesante para los lectores: ¿cuáles son tus principales influencias literarias y artísticas?
Yo mismo soy mi fuente. Podría enumerarte escritores que me fascinan. Los hay a montones. Desde J. J. Benítez hasta Jiménez Losantos. Desde los clásicos
grecorromanos hasta los artistas contemporáneos. Soy una esponja. Es normal que mi subconsciente alguna vez deje escapar un párrafo que recuerde a alguien, pero… Mi influencia soy yo mismo y mi propia imaginación desbordante.
¿Quién es?
Alberto Vázquez Gaitán (Sevilla, 1986) es historiador del arte, tuno y vividor. Un tipo, dicen, peculiar, al que le encanta el dulce placer de vivir, tratando siempre de crecer interiormente. Siete libros, con este ocho, componen su carrera como escritor. Incluso un segundo premio literario internacional adorna la estantería de sus recuerdos. De la mano de Pedro González Barbosa (Sevilla 1994), fotógrafo, aprendiz de escritor, pareja vital y artística del autor y su mejor compañero de esta bendita locura que es la vida, nos presenta una obra agridulce, Conmigo no podéis, donde narra una historia de lucha que a nadie dejará indiferente.