Charlamos con Luciano Jourdan, autor de la obra Mandrágora y los duendes, publicada recientemente por Editorial Círculo Rojo.
¿Quién es Mandrágora? ¿Quiénes son los duendes?
Mandrágora es un absoluto, es una fuerza, es esa idea de lo invisible e intangible que por momentos puede ser hasta una metáfora, dependiendo del instinto o el sentimiento de cada uno. Los duendes son seres de buen corazón, seres incomprendidos, discriminados, abusados, olvidados, amigos de Mandrágora. Son quienes recurren a este absoluto con sabiduría, con humildad o, a veces, hasta de maneras poco saludables con la intención de encontrar una forma de entender los porqués o ser entendidos dentro de las injusticias y la maldad. El resultado es relativo, pero el objetivo es llegar a un sentido de tranquilidad e igualdad concentrado en el amor o en la soledad.
¿Por qué la poesía como mecanismo de expresión?
Desde muy pequeño percibí que escribir es lo mejor que puedo hacer para decir las cosas o para desahogarme, o para conocerme. A lo largo de mi vida he recurrido a muchas variantes para expresarme y solo en la poesía me encuentro a mí mismo. La poesía es importante, es necesaria para conseguir hacer ese ruido que despierte, que avive las cosas, personalmente o en la sociedad misma.
¿Cómo nació esta obra? ¿Le ha servido de catarsis?
La obra proviene de un proyecto que pensé hace unos años y que de a poco fue tomando forma. En principio, la idea base siempre fue la misma y con el correr del tiempo y de las escrituras que iban surgiendo fue ganando todavía más contenidos y cargas que acabaron por manifestar un resultado que logró desprenderme. Considero que ese es el punto de cualquier escritor o artista, cuando la obra se siente completa es ella misma la que se suelta. Sin embargo, este primer libro acabó por ser sin querer una suerte de introducción a ello porque lo que hay en el interior de él es solo una presentación para todo lo que tiene que desarrollar todavía esta idea.
Podría decir que sirvió de catarsis porque que es un trabajo que vengo haciendo desde hace un tiempo y en el medio de todo eso siempre pasan cosas, ¿no? Lo que me permitió limpiar algunos elementos que tenía descompuestos en la cabeza, como así también despejarme de otros que ni sabía que existían, pero me hicieron bien al final de cuentas. Sumado a algunas experiencias recientes que son bien bonitas y me permitieron adicionarlas al libro.
¿Cómo recomendaría Mandrágora y los duendes a sus potenciales lectores?
Creo que es un libro que no tiene una densidad abrumante. El libro tiene la libertad de ser leído en cualquier ambiente y creo que eso es positivo para el lector. Es una obra que invita a reflexionar, a criticar y, si es el caso, a valorar. A modo de presentación, podría decir que este libro es una especie de reflejo de los prejuicios de la gente. Es un enfoque hacia lo que lleva a desatar consecuencias irreversibles —o no— para los actores de la sociedad en general, buenas o malas.
¿Se atrevería con otro género literario?
El lugar más cómodo para mí es la poesía. Pero claro que me atrevería a otros géneros. Me interesa mucho la idea de aventurarme en algún ensayo.
¿Algún proyecto en ciernes?
Sí, siempre. Como mencioné antes, este Mandrágora y los duendes tiene más para ver la luz, además de otros proyectos poéticos totalmente diferentes, y también contando que escribir es algo de mi día a día.
¿Cuáles son tus principales influencias literarias, filosóficas y artísticas?
Los primeros libros que llegaron a mis manos no los recuerdo, pero los primeros de poesía que leí con consciencia fueron Una temporada en el infierno de Arthur Rimbaud e Hipólito de Eurípides. Eso habrá sido cuando yo tenía unos trece años y para la altura estaba leyendo un libro de Bakunin (años más tarde supe que era un libro con fragmentos de Dios y el Estado y Estatismo y anarquía). Eso fue un gran detonante para mí en el ámbito literario, pasando también por autores como Charles Baudelaire, Antonín Artaud, Gustavo Adolfo Bécquer, entre otros… Después hay músicos que son maravillosos a mi parecer, como Miguel Ángel Peralta (más conocido como Miguel Abuelo) o Violeta Parra, que predicaban poesía como si fueran rapsodas o pregoneros.
Luego en la facultad, cuando estaba estudiando Licenciatura en Sociología —y a veces también me colaba a aulas de otras carreras como Letras o Ciencias Políticas—, conocí autores como Roland Barthes, Pierre Bourdieu, Norbert Elías y algunos más, con los cuáles sentí cierta correlatividad en cuanto a mis puntos de vista y por momentos hasta discutía con ellos mientras los leía. Claro que también aprendí mucho y me mostraron perspectivas diferentes.
En fin, de mi parte no diría que esas son mis influencias porque desde mi experiencia y manera de ver las cosas cada uno se hace con uno mismo, justamente. Pero sí fueron una importante puerta por la que me alegra mucho haber pasado. Además de la admiración que tengo para con algunos de los mencionados, y claro que estoy de acuerdo con sus reflexiones y concuerdo con muchos de sus estudios.
¿Ha recibido ya algún feedback de los primeros lectores?
He recibido algunos comentarios y la verdad que han sido alentadores, por lo que me deja muy contento, ya que la idea es esa, que el lector se sienta satisfecho con el tiempo que le dedica al libro y con su momento de lectura.
¿Quién es?
Luciano Jourdan (Argentina, 1994). Poeta. Ha tenido la oportunidad de presentar en ocasiones sus poemas en palestras grupales y como cantautor en algunos proyectos musicales. Ha pasado por estudios como la Sociología y realizado actividades literarias barriales. Hoy se encuentra desarrollando una labor a la par de la escritura, la carpintería. Ahora, presentando Mandrágora y los duendes.