¿Qué hay de ficción en esta extraordinaria y emotiva novela inspirada en su propia historia personal?
Mi obra relata hechos reales, pero claro, desde mi punto de vista y tan verídicos como la subjetividad de la propia apreciación lo permite, teniendo en cuenta, además, que muchos de los relatos son recuerdos —también de seres allegados— indelebles, pero que posiblemente el tiempo ha opacado o tergiversado. Pero son MIS recuerdos.
También los relatos en la segunda parte del libro son hechos reales y auténticos, contados por la pluma de mi madre, que incluso, al escribirlos, una y otra vez así lo asegura.
La obra es prácticamente un libro de no ficción novelado, si así se pudiera llamar.
Creo que este el marco para hacer una aclaración: algunos datos los tomé de la información que nos da internet. No pude evitar que se me colara un error. Debido a mi objetivo de dar datos de actualidad respecto al 11 de julio de 2021, aquel día de protestas populares masivas en algunos lugares en Cuba, tomé un dato que resultó ser erróneo. Supongo que por la inundación del internet con noticias frescas sobre ese día de los hechos nombré a Maykel Osorbo como autor del vídeo al himno Patria y vida. En verdad se trata de Anyelo Troya González. El rapero Maykel Osorbo, uno de los protagonistas del vídeo, no tomó parte en dichas protestas, porque días antes había sido apresado arbitrariamente y llevado a un centro penitenciario que se encuentra a 160 kilómetros de su residencia. Entretanto ha sido condenado a nueve años de privación de libertad.
¿Le ha servido de catarsis escribir este libro? ¿Qué le llevó a escribirlo?
Sin duda. La conmoción que experimenté al morir mi madre sin poder haberla visto una última vez, me traumatizó por años. Era una herida abierta para mí incurable. Y la medicina fue escribir. Sacar mis recuerdos desde lo más hondo y revivir mi pasado, fue en efecto bálsamo para mi alma. La herida no curó del todo, pero puedo vivir con ella.
Como escribo en los agradecimientos, no tenía planeado escribir mi historia y la de mi familia. A raíz de mi viaje a Cuba para organizar el sepelio de mi madre, encontré el manuscrito de su autobiografía, que, según escribió en el sobre que lo guardaba, estaba segura iba a publicar. A ciencia cierta no sé si la Parca se le anticipó o si mi madre apostó por que yo encontrara el manuscrito después de su muerte. Ya para ese entonces yo visitaba una universidad popular en Alemania y tomaba clases de escritura con vista a escribir un libro de no ficción con un tema económico. Fue mi profesora de escritura la que me instó a hacer una obra entrelazando la autobiografía de mi madre con mi propia historia. Y así complací a mi madre, publicando su obra, la que definitivamente revalorizó la mía.
Su obra, además de contar una bellísima y profundamente humana historia, incluye una descripción de la situación sociopolítica y económica de la Cuba actual y de su historia reciente. ¿Cómo ve la situación del país? ¿Cómo lo ven los cubanos que permanecen allí?
No pude escribir mi historia sin analizar y tematizar la situación en mi país de origen. Nacida unos años después del triunfo de la Revolución, habiendo vivido en el sistema Castro hasta los 16 años y no dejando de estar exenta a la única ideología que nos inculcaron, sabía bien de lo que escribía. La experiencia a través de los años vividos, incluso la profesional, y la vista hacia el país desde el exterior, me permiten un análisis crítico, objetivo y sin matiz ideológico.
Mi crítica al sistema político que llaman socialismo no implica que la alternativa sea el sistema capitalista como lo conocemos en muchos países. Creo que ese es el gran error de muchos, que solo han de escoger entre negro y blanco, sin ver cuántos matices hay o pudiera haber entremedio. Fidel Castro despreció la oportunidad de su revolución para hacer de Cuba un país mejor y, más allá de eso, lo destruyó.
La situación en Cuba bajo el, fuera de Cuba más que glorificado, sistema que Castro impuso hace más de sesenta años es, en mis ojos, irresoluble.
Por una parte está la paupérrima situación económica que le achacan exclusivamente al embargo americano. Claro que el mismo juega un papel para el desarrollo económico del país, estando los Estados Unidos tan cerca y no teniendo Cuba acceso libre a su mercado. Pero la gran verdad es que la situación económica de Cuba está irreversiblemente destruida debido a la pésima gestión del régimen socialista cubano. Desde un principio Fidel Castro puso una empresa tan complicada como lo es gestionar la economía de un país en manos de aficionados. Y la solución diletante de los problemas económicos ha ido empeorando año tras año, durante más de seis décadas. El resultado es evidente. Que la educación y la salud pública sean un ejemplo para Latinoamérica y el mundo es un mito. En Cuba la gente muere por falta de medicinas y de atención médica. Vale aclarar que las reglamentaciones del embargo americano excluyen medicinas. Casas y edificios de viviendas se caen a pedazos, parece faltar poco para que la basura engulla a La Habana, el sistema de ambulancias ha colapsado, mientras que la construcción de hoteles y el equipamiento de los órganos represivos parece no estar afectado por la crisis en el país. Para mí, el problema más grande es que la cúpula gobernante ha rehusado y rehusa reconocer que han hundido el país en un pantano y que con mucho aspaviento y sin un plan sensato para tratar de salir de él, lo hunden más y más, después de haberle quitado a sus ciudadanos la posibilidad de tomar sus vidas en sus propias manos. Fidel Castro y sus sucesores, en su nombre, pusieron la ideología por encima de las leyes económicas y aplicaron en Cuba las doctrinas marxistas que seguramente solo conocían en la teoría. Y estas, evidentemente, no funcionan. Testimonio de ello son los datos que ofrezco en el libro, que reflejan que Cuba antes de 1959 era un país en la cuna del progreso, con índices de desarrollo por encima de muchos países de Europa y Latinoamérica. O la simple comparación que allí hago entre Cuba y Singapur.
Mi respuesta al arraigado enunciado de que el embargo americano sea la causa de la miseria cubana es la afirmación de que la piedra más grande en el camino económico cubano no es el embargo americano, sino el bloqueo interno que ha generado el régimen.
Por otra parte está la no menos pertinente situación política. En Europa se habla mucho del deplorable estado de los derechos humanos en países como Siria, Rusia, China, Bielorrusia, Irán, Pakistán y muchos otros. Pero poco oigo hablar de Cuba, que ,indudablemente, desde 1959, se alistó a ese gran número de países donde se ignoran por completo los derechos de sus ciudadanos. Es indiscutible que el sistema Castro no es en absoluto un sistema democrático. Creo que debido a la llama de esperanza que la revolución castrista encendió en muchos como alternativa al sistema capitalista, y debido al idealismo prepotente de la izquierda, muchos se oponen a reconocer que el sistema cubano es una dictadura. Pero definitivamente lo es. Quizás sea más transparente el término del filósofo austriaco-británico Karl Popper que distinguió solo dos formas de Estado en una sentencia que se hizo famosa: «Aquellos en los que es posible deshacerse del gobierno sin derramamiento de sangre mediante una votación, y aquellos en los que esto no es posible… Normalmente se llama a la primera forma “democracia“ y a la segunda “dictadura“ o “tiranía“».
El único partido permitido en Cuba es el Partido Comunista. Las últimas elecciones democráticas que sucedieron en Cuba fueron en 1952. Ese es el gran delito contra el pueblo cubano. Es literalmente un crimen cómo el gobierno, no elegido por los cubanos, hace caso omiso a los más elementales derechos humanos. Muchos de los artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos no existen para los cubanos en la isla. El ejemplo más palpable en estos últimos tiempos es la desarticulación violenta de las demostraciones del 11 de julio de 2021 en algunos lugares y del 20 de agosto de 2022 en Nuevitas. Con una violencia desenfrenada, la policía y partidarios del régimen se enfrentaron a ciudadanos que solo gozaban del derecho obvio de libertad de expresión. Las condenas son desmesuradas e injustas. Según la comisión interamericana de los Derechos Humanos de la ONU, Cuba tiene la tasa de encarcelamientos más alta del mundo. Para nadie es un secreto que muchos de los reos son presos políticos, los más prominentes encarcelados en condiciones indecibles, más bien muriendo en vida. Ciudadanos cubanos son atropellados por los órganos policiales que debían velar por sus derechos. La inviolabilidad del hogar no existe en Cuba. Disidentes son presionados para que abandonen el país, a otros le impiden regresar. Es decir, en Cuba los humanos no tienen derecho.
Yo veo, además, un deterioro en la sociedad cubana. La vida de los cubanos es una lucha diaria por sobrevivir. No es solo que por ello la educación y la vida cultural se hayan vuelto obsoletas, sino que también la frustración y la ira ha llevado al pueblo a comunicarse y pronunciarse de un modo vulgar y soez, como yo no conocía.
Tanto económica, política, como socialmente, Cuba está en una crisis, de la que con el gobierno actual, o uno próximo de la misma calaña, no saldrá. Yo diría que Cuba no está al borde del abismo, sino más allá.
Muchos de los cubanos que permanecen allí son los que no tienen la posibilidad de irse del país. Sus testimonios son patéticos. Madres que no tienen qué darle de comer a sus hijos. Madres desesperadas porque no encuentra medicinas para sus hijos enfermos o porque no reciben ayuda médica. Madres que se enfrentan a la policía porque sus hijos son arrestados arbitrariamente. La situación de los hospitales es deplorable. La situación en la que viven personas de la tercera edad es inconcebible. Los cubanos viven la mayor parte del día sin electricidad. No hay que explicar qué significa esto en un país tropical. Y siguen apareciendo testimonios del lujo en el que viven los de la cúpula del régimen. La vida del que piense diferente y se atreva a articularse es un sinfín de represión, vejaciones y de encarcelaciones arbitrarias. Las imágenes de Cuba que yo veo hoy en día son bien parecidas a las de la Cuba de Fulgencio Batista.
Y los jóvenes no tienen perspectivas. Como afirma una joven cubana en las redes sociales: «Vivir en Cuba es el peor de los castigos… Los que podían irse se han ido, aquí quedan los pobres, la gente corriente, los que no tienen dinero para pagar su viaje, aquí quedan los olvidados, los apóstatas, los desfavorecidos»…
¿Cómo recomendaría Un pedacito de cielo a sus potenciales lectores?
Esta obra, con sus 482 páginas, que me costó no solamente un gran esfuerzo físico e intelectual, sino también emocional, va dirigida a todo aquel que se interese por Cuba, independientemente de su tendencia política. A todo aquel que quiera saber concretamente cómo se transformó la vida de los cubanos desde el 1959 y cómo influyó la Revolución de Fidel Castro en la vida de la familia cubana en un relato objetivo, auténtico y ameno, le recomiendo Un pedacito de cielo. Creo que la estructura de capítulos —unos cortos, algunos más largos— que tiene la obra hace de ella una lectura ligera e interesante, porque el tema que quizás parece hacerla pesada, la historia de Cuba, está más bien en segundo plano. En primer plano está mi viaje de regreso a Cuba a organizar el funeral de mi madre y la vida de mi familia. Por ello me adentré también a describir calles y vivencias, y traslado al lector a las dos ciudades más grandes de Cuba, La Habana y Santiago de Cuba. Es también una historia de mujeres fuertes y estoicas.
La segunda parte del libro, la autobiografía de mi madre (123 de las 482 páginas) hace de él una obra interesante para el —sobre todo para la— que, fuera del matiz político que tiene la primera parte y lejos de la Cuba de Fidel Castro, quiera adentrarse en la vida de una mujer en la Cuba de los años veinte a los sesenta: una historia muy íntima y honesta, llena de acontecimientos únicos y de vivencias tristes, siempre con el mensaje de que aún en los peores momentos, hay una rayo de esperanza, en este caso a través de un pedacito de cielo. Me atrevo a comparar el estilo de mi madre con el de los autores del realismo mágico Gabriel García Márquez e Isabel Allende.
¿Se atrevería con otro género literario?
La narrativa es mi género. Me encanta escribir relatos a base de hechos reales y en torno a temas económicos y sociocríticos de interés común.
¿Algún proyecto en ciernes?
Algunos. Tengo unos cuantos relatos escritos, y quizás publique en una antología. Quisiera volver a mi proyecto inicial, un libro sobre un tema económico que tengo desde hace mucho en mente. Y a mediano plazo quisiera escribir libros con contenido pedagógico para niños y jóvenes, un reto a las redes sociales y a Internet, tarea bien difícil.
El tiempo dirá.
¿Cuáles son tus principales influencias literarias, filosóficas y artísticas?
Mi profesión es la de una economista. Más toda una vida he sido una gran asidua a la lectura. Son pocos los géneros que no son de mi agrado. Soy asidua a la obra de James Baldwin, Maya Angelou, Toni Morrison y del alemán Hans Fallada, y he leído mucho de Tolstoi y Dostowejski. Pero creo que es el realismo mágico el que ha influido en mi obra. He devorado los libros de García Márquez y de Isabel Allende, de Vargas Llosa y de Carlos Fuentes.
Y siento una inclinación por la filosofía budista. De ahí que algunos de los capítulos mi libro lleven un proverbio budista.
¿Ha recibido ya algún feedback de los primeros lectores?
Por algunas circunstancias fuera de mi alcance no he podido hacerle promoción a mi libro como hubiese querido. Aunque mi muy subjetiva primera impresión es que el tema Cuba en España no es primordial, estoy segura de que el libro va a gustar, precisamente por el feedback que he recibido de los primeros lectores. Todos los comentarios son sin excepción muy positivos. Uno de los mayores cumplidos fue el de la lectora que corrigió la versión en alemán. Según ella, algunas escenas le recordaron a su autor favorito, García Márquez. Uno de los mayores halagos los recibí de las lectoras correctoras de la versión en español. Y uno de los más impresionantes comentarios fue el de uno de mis hijas, cuando, después de leerlo, me dio emotivamente las gracias por haber escrito un libro tan magnífico.