CÍRCULO ROJO.- Roberto Rodríguez Martínez trata de poner en valor las pequeñas cosas, en su libro, ‘El canto del pepús’. “Es un homenaje al mundo rural, a la amistad, a la infancia, a la libertad, a las tradiciones”, explica él mismo.
Publicada en Círculo Rojo, Grupo Editorial, el lector va a encontrar, según las palabras del autor, “una pandilla de amigos de pueblo, descripción de la forma de vida en el medio rural castellano a finales del siglo XX, tradiciones y juegos populares, con un rico vocabulario autóctono; y para los amantes de la naturaleza, la búsqueda de animales y descripción de paisajes y enclaves singulares, acompañando al autor en su desarrollo como aprendiz de naturalista”.
Roberto rescata también algunos cuentos tradicionales, incluyendo el que da título al libro, “El canto del pepús”, una creación propia con la que añade un toque de distinción a su obra. Cada capítulo incluye una ilustración alusiva al contenido del mismo, dibujos extraídos de los cuadernos de campo del autor o creados expresamente para el libro. Además de incluir un mapa de la zona en la que se desarrollan las historias, un plano del pueblo, índice de personajes (185 en total) y de vocabulario (278 palabras o expresiones, con su correspondiente definición).
SINOPSIS
El canto del pepús es un canto a la naturaleza, a la infancia, a las tradiciones, al mundo rural; un canto a la libertad, a la amistad y a todas esas pequeñas cosas que quedan grabadas en la memoria de quien nació y creció en una pequeña aldea. Es, en definitiva, un canto a la vida.
Si en su primer libro, Mis amigos y otros animales, el autor presentaba las divertidas peripecias de una pandilla de amigos —personajes entrañables con los que pude identificarse cualquiera que haya vivido o veraneado en un pueblo—, en este continúan desgranándose memorables anécdotas de una época luminosa, marcadas por el denominador común del amor por la naturaleza y el descubrimiento de la fauna, la flora, los paisajes y el paisanaje del páramo palentino por el que se desenvuelven los protagonistas con total libertad.
Incide el autor en el rescate de un lenguaje rural singular y en la memoria de una forma de vida y unas costumbres que están en trance de desaparecer. Pero, además, esta nueva obra tiene el valor añadido de ofrecer también una visión más personal, con reflexiones acerca de cuestiones de interés, entre ellas la degradación de los paisajes, la pérdida de biodiversidad y sus consecuencias, el cambio climático, la despoblación en el medio rural e incluso sobre los secretos del universo y las preguntas que sugiere la observación de una noche cuajada de estrellas. Temas trascendentes que se van mezclando con las aventuras del grupo de amigos y la forja del autor como incipiente naturalista.
AUTOR
Roberto Rodríguez Martínez, Rober para sus allegados, nació en la localidad palentina de Villapún en 1970, donde vivió hasta los nueve años, cuando se trasladó a Valladolid, sin dejar de mantener contacto con su pueblo, pues continúa ligado al mismo y regresa siempre que puede.
Su vocación de naturalista, claramente influenciada por la figura de Félix Rodríguez de la Fuente, le llevó a estudiar la carrera de Ciencias Biológicas, que cursó en la Universidad de Salamanca.
Ornitólogo aficionado desde hace más de cuatro décadas, es también anillador de aves y colabora habitualmente en diferentes programas de seguimiento de fauna.
Profesionalmente se dedica a la docencia e intenta transmitir a sus alumnos parte de sus conocimientos, así como el amor y la pasión por la naturaleza.
Muestra especial interés por la cultura rural, habiendo recopilado en su tierra natal aspectos relacionados con el vocabulario, la historia local, el cancionero, la fiestas y tradiciones, los juegos populares, la toponimia, los dichos y refranes… De todo ello dio buena cuenta en su primer libro, Mis amigos y otros animales. Andanzas de un naturalista de pueblo (Aruz, 2022), e insiste en incluir este tipo de contenidos etnográficos en su nueva obra para evitar que caigan en el olvido.
Pero si hay algo de lo que se siente especialmente orgulloso (y de lo que ciertamente muy pocos pueden presumir) es de ser villapunés, ser de pueblo.