Conversamos con Paul Elías Cardozo, autor de la reveladora e imprescindible obra Desmontando mitos y fraudes; la verdad más allá de Internet, recientemente publicado por la Editorial Círculo Rojo.
¿Cómo es posible que haya gente que crea que la Tierra es plana o hueca?
Es indudable que la falta de cultura y de conocimientos lleva a las personas a buscarse explicaciones propias a los fenómenos de la naturaleza que desconocen. Cuando a ello sumamos las interpretaciones que les ofrecen algunos grupos, utilizando argumentos que suenan razonables, aunque no se hayan demostrado científicamente, pero que forman parte de la cultura o el “saber” populares, que no requieren complicadas explicaciones o el uso de fórmulas matemáticas o físicas, que permiten que cualquier persona pueda “experimentar por sí misma, incluso en su casa” y obtener conclusiones basadas en “la experiencia y el sentido común”, obtenemos una amalgama de “conocimientos empíricos” que son satisfactorios para una gran cantidad de personas.
Si a ello le sumamos que algunos científicos intentan contradecirlos o demostrar su equivocación, aunque utilizando algunas veces una prepotencia y sentido de superioridad, sin “bajar” al nivel de las personas del común, sin esforzarse por explicar con términos elementales y entendibles por personas que, muchas veces, incluso odian las matemáticas o no entienden los conceptos científicos, obtenemos que se refuerzan lo que hábilmente han creado los creyentes en estas hipótesis: que los científicos pretenden engañar a las personas, que hacen parte de una conspiración dominada por los “poderosos de la tierra” (desde iluminatis hasta aliens reptilianos que controlan los gobiernos), con el fin de dominar el mundo y mantener engañadas las personas. Si dentro de ese grupo de personas con pocos conocimientos adicionamos algunos periodistas sensacionalistas, preocupados más por el rating de sus programas que por la verdad, obtenemos la plataforma perfecta para divulgar cualquier tipo de idea, por más fantasiosa e irreal que la misma sea.
¿Por qué algunos se empeñan en considerar que los historiadores y arqueólogos mienten, empeñados como están en defender que hubo humanidades anteriores a esta o que los extraterrestres estuvieron conviviendo con nuestros antepasados?
Durante mucho tiempo la arqueología no fue una ciencia. Al contrario, los primeros “descubridores” de culturas antiguas fueron aventureros con mucho dinero y tiempo libre que crearon mitos, destruyeron evidencias, inventaron historias y dieron explicaciones irreales, cuando no fantasiosas o supremacistas (con creencias en culturas superiores que eran capaces de idear, crear, construir, en contraposición con civilizaciones asiáticas, africanas o mesoamericanas, que consideraban inferiores al ser razas que no se correspondían con el ideal blanco de la mayoría de estos primeros exploradores).
Todo ello ha llevado a que se consideren que las construcciones antiguas sean “construcciones imposibles” que no pudieron ser construidas por las personas de esa época. Como se menciona en el libro, el razonamiento es: “si yo, que soy de una raza superior y tengo los conocimientos y la tecnología del mundo actual, no soy capaz siquiera de imaginar cómo construir esas estructuras” (cómo tallar o movilizar piedras enormes, cómo diseñar o construir los monumentos, cómo orientarlos con precisión, etc.). Es obvio que los primitivos, estúpidos, ignorantes humanos de esas épocas, que además eran de una raza inferior, no pudieron construirlas. Entonces, si no fueron ellos, ¿quiénes lo hicieron? Por supuesto, tuvieron que ser seres superiores: ángeles, dioses, extraterrestre, humanos del futuro, etc.
Hay que recordar quiénes fueron (y son) los iniciadores de esta tendencia: Erich von Däniken, Giorgio Tsokalos, Robert Charroux, Peter Kolosimo, Zetcharia Sitchin, Robert Temple, J.J. Benitez, etc., todos europeos o norteamericanos, de creencias supremacistas y despreciadores de las culturas primigenias.
Una vez que se desarrolla la arqueología científica, la misma tiene que luchar contra todas esas hipótesis e ideas fantasiosas, utilizando la tecnología actual para explicar lo que realmente ha ocurrido. Sin embargo, todos los “conspiranoicos” utilizan los recursos audiovisuales y de medios de comunicación para presentarse como “víctimas de la ciencia tradicional” y exigir “una mente abierta para aceptar otras posibilidades”, la misma mente abierta de la que ellos carecen.
¿A qué crees que se debe que en los últimos años hayan «florecido» este tipo de propuestas como la espuma, consiguiendo, además, millones de seguidores y practicantes por todo el mundo?
Mientras que cuando se requiere dar explicación a una observación, un descubrimiento, un hallazgo científico, se debe utilizar el método científico, es decir, observar, describir, presentar hipótesis de trabajo, experimentar, comprobar o descartar las hipótesis, generar teorías y, finalmente, publicar los resultados y conclusiones para que otros grupos de científicos puedan comprobar que los datos y resultados de los mismos son reales y verdaderos, todo lo que implica una gran cantidad de recursos humanos, científicos, materiales, económicos, en tiempo, etc.; los conspiranoicos lo único que tienen que hacer es buscar la teoría más rebuscada, publicarla, conseguir algunos amigos “periodistas” y crear videos para internet, con títulos tales como “un científico de la NASA dijo que…”, “un profesor universitario informó…”, “vea este video antes que lo borren”, u otros similares y todo su trabajo ya está hecho. Una vez que sean publicados los resultados científicos, solo tienen que hacerse las víctimas de la “ciencia oficial”, los “grupos de poder” y exigir que sus ideas sean estudiadas o probadas, aunque no aceptando los resultados científicos.
Un ejemplo reciente se presentó con el asteroide Oumuamua, que ha sido estudiado por la comunidad científica desde octubre de 2018, analizando su trayectoria, velocidad, composición, forma, etc. Ello ha requerido la participación de científicos de la NASA y Europa, el uso de radiotelescopios, telescopios ópticos y algunos de los más potentes instrumentos de centros como el Observatorio Europeo Austral (ESO) y la NASA instalados en Chile y en Hawái, así como los telescopios espaciales Hubble y Spitzer. Se han generado diversas teorías sobre su origen, composición, trayectoria, etc., y se espera un informe científico futuro. Sin embargo, el concepto de un par de “astrónomos”, quienes sin pruebas ni demostración alguna aseguran que se trata de un objeto de fabricación extraterrestre, ha sido fácil y rápidamente publicada en infinidad de medios audiovisuales y videos de internet, generando expectativas falsas, ideas erróneas e incluso temor entre algunos grupos humanos temerosos de una “invasión extraterrestre”.
Muchos consideran que, utilizando una expresión muy española, «no están haciendo nada a nadie», es decir, tampoco hacen daño. Pero esto no es del todo así. Algunas de estas creencias pueden tener consecuencias impredecibles, ¿verdad?
Por supuesto que los efectos de la divulgación de dichas creencias e ideas pseudocientíficas y conspiranoicas afectan a la sociedad. Si bien es cierto que algunas de ellas son relativamente inocuas y únicamente afectan a grupos reducidos de población, algunas hipótesis conspiranoicas pueden tener efectos catastróficos para la sociedad, como puede ocurrir con los grupos antivacunas, responsables de la muerte y la infección de miles de personas, la presentación de epidemias y el retraso en el control de enfermedades prevenibles. Por otro lado, el uso de “medicinas alternativas” como la homeopatía, el uso de hierbas, las “terapias de energía”, etc., puede evitar que los enfermos reciban tratamientos efectivos y oportunos, ocasionando complicaciones o la muerte, como le ocurrió a Steve Jobs, el fundador de Apple.
Por otro lado, la creencia en extraterrestres y vidas después de la muerte llevó a un suicidio masivo de los seguidores de la secta Heaven´s Gate (Puerta del Cielo) en 1997. Los seguidores de la secta de la Cienciología son sometidos a sesiones de estrés psicológico que los llevan a perder el control de sus vidas y a entregar sus recursos económicos e incluso a vivir como esclavos físicos y sexuales.
La ideología basada en la no demostrada identidad de género lleva al desarrollo de políticas sociales y económicas que perjudican amplios grupos de la sociedad.
¿Qué estamos haciendo mal los que defendemos el conocimiento científico para que esté pasando esto?
Pienso que el origen principal del problema tiene que ver con el aspecto educativo, en el que los niños y adolescentes se ven enfrentados a un sistema basado en la memorización y la obligación, donde no se les permite analizar y crear, los profesores no admiten cuestionar sus conocimientos, se limita la experimentación y la investigación, donde los padres no asumen su responsabilidad en la educación pero tampoco le dan la autoridad a los maestros y profesores, no se exige responsabilidad y rendimiento intelectual a los estudiantes sino que se premia la mediocridad y la falta de esfuerzo, un sistema basado en la cantidad más que en la calidad. Todo ello genera camadas sucesivas de “estudiantes” sin criterio, sin fundamentación y sin conocimientos.
Si a ello le sumamos que la principal fuente de información de la sociedad actual son Internet y los medios audiovisuales, incluyendo los medios de comunicación, con una calidad científica muy deficiente, tenemos una sociedad ignorante, sin principios científicos y sin capacidades para investigar y buscar la verdad más allá de lo que le es presentado en primera instancia.
El mundo científico se ha aislado del mundo, sus conocimientos no son compartidos, la información que sale a la sociedad es, a veces, terriblemente confusa, no se intenta que sea comprendida por la población (¿quizá para no perder el “aura de misterio” del que se rodean los científicos?), no se le convence de su importancia, no se trata de educar sino de imponer. Esto lleva a que la investigación científica en sociedades como la española no sea importante ni apoyada por la comunidad, por lo que la reducción de los recursos económicos a las universidades y centros de investigación, así como la emigración de los científicos no sean vistos como problemas fundamentales para la sociedad.
¿Todo esto tiene que ver con la decadencia de los sistemas de creencias tradicionales?
El desarrollo y crecimiento de la ciencia permite que una población o sociedad vaya adaptando progresivamente su sistema de creencias y los conocimientos generales de sus habitantes. Es importante que dicho conocimiento sea extendido entre la sociedad y que las personas entiendan la importancia del mismo, sus aplicaciones prácticas y los beneficios que de ello se derivan.
La ciencia no se opone a la tradición, pero sí a la ignorancia, a la incapacidad para analizar, comprender y razonar, a la aceptación sin cuestionamiento de las nuevas ideas o conceptos.
¿Qué se puede hacer para concienciar a la población de la falsedad de estas propuestas?
Lo fundamental es educar a la población, darle herramientas intelectuales, de conocimiento, favorecer el desarrollo de la habilidad de pensar, de razonar, de extraer lo verdaderamente importante y básico de la información.
La existencia de programas de la llamada “telebasura” debe ser desestimulada, los anunciantes deben entender que no pueden seguir patrocinando dicho fomento a la ignorancia y deterioro intelectual de la sociedad. Deben entender que Bill Gates nunca financiaría dichos programas.
Los científicos deben entender que trabajan por y para las comunidades y la sociedad, deben aprender a presentar los resultados de su trabajo en una forma comprensible para las personas que no trabajan en ese medio, deben buscar la aplicación práctica de sus descubrimientos. En fin, deben evitar que las personas escriban en twitter algo como “me maravillo del día en que pueda aplicar en mi vida el desarrollo del trinomio cuadrado perfecto”, algo de las muchas cosas científicas que muchos jóvenes aprendieron y que, en la actualidad, no tienen una representación práctica en su vida diaria.
Biografía:
Nacido en Bogotá, Colombia, donde realizó sus estudios de Medicina en la Universidad Nacional de Colombia, luego la especialidad en Salud Ocupacional en la Universidad Manuela Beltrán. Trabajó como médico en el área de la Medicina General y, posteriormente, en su especialidad en diferentes empresas públicas y privadas de Colombia.
Posteriormente se desplazó a España donde trabajó en diversos hospitales y clínicas, así como en Servicios de Prevención y Mutuas de Accidentes de Trabajo.
Luego viajó a Alemania, donde actualmente se encuentra realizando la homologación de sus estudios y experiencia en la especialidad de la Medicina del Trabajo. Se ha preocupado siempre por facilitar que los conceptos científicos se pusieran al alcance y la disposición del gran público, dándole los conocimientos que le permitan a cualquier persona entender, analizar y, si es necesario, contradecir los diferentes puntos de vista presentados por el grupo especial de los anticientíficos a través de los diferentes medios de comunicación audiovisual.
Para desarrollar esta comunicación científica ha laborado como profesor en universidades y empresas de capacitación en prevención de riesgos laborales.