De vez en cuando, mucho menos de lo que a un amante de las letras y del pensamiento le gustaría, aparece una obra de forma inesperada que desencadena una explosión emotiva y reflexiva en la mente de algunos lectores, por entrenados que estos estén. Por supuesto, se trata de algo puramente subjetivo, pero pasa. Es el caso de la genial antología de poesías y pequeños textos en prosa Balas sin coraza, de la escritora María Monroy, publicada recientemente por la editorial Círculo rojo.
Sus textos tienen mucho de introspectivo, de búsqueda y hallazgo de uno mismo, de escudriñar en nuestro interior en busca de lo que realmente somos para reencontrarnos y para encontrar soluciones y caminos a los problemas existenciales que a todos, aunque en distinto grado y forma, nos atormentan. Merece la pena destacar el poema Sobre mí, uno de los mejores de la obra, todo un ejercicio de autocomprensión e introspección. Pero hay muchos más.
La vida nos transforma / en aquello que odiamos y criticamos. / Pero cuando te escuchas y te sientes a ti mismo, / nada está perdido.
La vida sabe mejor cuando aprendes a quererte como nadie más lo ha hecho.
Y claro, esto implica que por todas partes esta obra rebosa de acertadas reflexiones existenciales y emocionales y atinadas críticas hacia algunos aspectos del ser humano, demasiado humano.
Por eso, está permitido caer antes de la meta. Sin olvidar que, al final de la carrera, estaremos nosotros solos, igual que cuando vinimos al mundo.
Que yo te digo que solos, libres y vulnerables moriremos.
Mi cabeza no para de jugarme malas pasadas. No sé qué es real y dónde comienza mi pesadilla. / Noto como las miradas del resto se posan en mi nuca. Me siento en una cárcel aislada del mundo, demasiado débil.
Entonces, no me queda muy claro… ¿Cuál es la diferencia existente entre un ser humano o animal? / La diferencia está muy clara: el animal es muy superior.
Pero también nos habla del amor en todas sus manifestaciones, de la esperanza, de la alegría, de la felicidad, de lo agraciados que somos los que, aunque solo sea temporalmente, hemos encontrado a alguna persona de esas que te permiten decir: «No sé si has tenido la suerte alguna vez de que te abracen el alma». De la vida entendida como una guerra con batallas que no siempre podemos ganar, de la nostalgia por aquellos veranos pasados, de los «solo seremos amigos», de lo que nos perdemos por no atrevernos a decir ciertas cosas en el momento adecuando, de la importancia de creer en los flechazos, de lo que duele querer volar y no poder, de lo que cuesta abrirse en canal, de las cicatrices que nos mantienen vivos, de la malo que es hacerlo en exceso, de los adictos a contar calorías, de aquellos recuerdos que mantienen vivos a los que ya no están en nuestras vidas, por el motivo que sea; del perdón como catarsis, de lo importante que es mirar a través del corazón, de las infancias perdidas en las que no existían las horas ni diferencias absurdas, de los «lo siento» que no dijimos, de los ojos achinados por la risa, de los ojos de niño con los que contemplábamos la vida, de lo importante que es darse más de tres oportunidades a uno mismo, de lo que somos capaces de pasar por alto, de las que lecciones que aprendemos, de las que no, y de que el karma siempre llama y se cobra sus deudas.
Por las páginas de esta pequeña gran obra deambulan personas grises, en blanco y negro, cicatrices con nombres y apellidos, cepillos de dientes acompañados, mentes enemigos de sí mismas, despedidas atropelladas, algodón de azúcar, corazas que se vuelven cada día más duras, guanteras llenas de notas, dolores corrompidos, ilusiones falsas, cafés un tanto amargos que resucitan a un muerto, mañanas inciertos, ciudades convertidas en refugios, personas en ruinas, cartas a destiempo, besos que curan, corazones que van a lo suyo, metros abarrotados donde brota con sonrisas el amor, amores de aeropuerto, patos que aspiran a ser cisnes, balas sin coraza… Incluso Bonnie y Clyde asoman por aquí.
Algunas de sus poesías son realmente extraordinarias. Por ejemplo, Corazón, piensa antes de salir, que incluye estos bonitos versos:
Prefiero esta oscuridad a salir ahí fuera / y quedarme atónito en cualquier acera. / «No quiero sufrir», me dices. / «No quiero más daño, no quiero dardos. / No quiero mentiras, no quiero caras vacías. / No quiero sentir, no quiero huir. / No quiero amor, solo conozco dolor».
O Pérdida, lucidez y el poder de un abrazo, sobre la terrible epidemia del olvido de muchos de nuestros mayores; El cielo que me abraza, todo un canto a la vida; Humanidad, un bello poema pandémico; Calificaciones, una pequeña genialidad, o Mamá, una preciosa poesía dedicada a las madres. Especial mención para el poema dedicado a Héroes del silencio, y lo digo como fan de toda la vida —qué viejuno suena eso…
En resumidas cuentas, se trata de una genial antología literaria, profundamente emocional y reflexiva, repleta de buenas poesías y de acertados textos en prosa. María Monroy nos muestra su alma con sus letras, su alma herida, su alma encontrada, su alma feliz, y de camino nos invita a todos a encontrar la nuestra. Todo un canto de amor a la vida, al futuro, al pasado, a uno mismo, a los otros, que merece la pena leer y disfrutar.
No se la pierdan.