Existe un prejuicio muy arraigado en el subconsciente de muchos críticos literarios, especialmente los de mayor edad, que lleva a considerar que las obras de fantasía, terror o ciencia ficción, al ser obras «populares» —en el mal sentido de la palabra, mal sentido que solo estos prejuiciosos ven—, no tienen calidad literaria. Esos géneros, como también pasaba con el tan de moda —y premiado— género policíaco, eran vistos como algo naif, de escritores aficionados, dirigido a un público poco exigente que no daba para más. Por fortuna, esto ha ido cambiando, y hoy en día nadie duda de la calidad literaria de Julio Verne, Tolkien, Agatha Christie o Edgard Allan Poe, pese a que en su momento todos fueron criticados por esas élites decadentes. Cada año aparecen multitud de obras de estos géneros que gozan de gran éxito popular y del apoyo de la crítica —especializada o no—, y una de ellas, sin la más mínima duda, es esta que pretendo reseñar a continuación: Christine Artois, una estupenda y extensísima novela de terror gótico del autor Dherek Schweitzer, recientemente publicada por la editorial Círculo Rojo.
La protagonista de esta monumental obra, de más de ochocientas páginas —que se dice pronto— es Christine Artois, una joven parisina, hija de Adèle, viuda, y hermana menor de Jacqueline. La acción se desarrolla en el siglo XVII, en 1648, siete años después de la muerte de Donatien, el padre de familia. Desde aquel luctuoso suceso, que aún mantenía fresco, llena de dolor, Adèle, la economía de las tres mujeres había ido de mal en peor. Por otro lado, tenemos a un tal Reynald, empleado de un misterioso caballero, el barón Belmont du Bignon, un importante noble de París. Un buen día, Reynald puso su atención en Christine tras apreciar su comportamiento en un parque al que solían ir las dos hermanas adolescentes. En realidad, se fijó en la niña porque su amo necesitaba una nueva doncella para su mansión; además, a su señor también le encantó cuando la conoció, aunque también tenía otros motivos… Dicho y hecho: tras hablar con Adèle y convencerla de que aquello sería lo mejor para su hija, y pese a la negativa de esta, que no quería separarse de su madre, el trato se cerró y Christine se convirtió en la nueva doncella de aquel esquivo y misterioso señor.
Claro, a partir de ese momento su vida cambió por completo. No solo le esperaba un duro trabajo y una rígida disciplina, sino que también tendrá a comenzar a estudiar, ya que al barón le gustaba conversar con sus empleadas y escucharlas cantar o tocar algún instrumento… Además, deberá convivir y cumplir las órdenes de Géraldine, la gobernanta de la mansión, y con varias sirvientas y varios empleados más. Pero pronto descubrió que en aquella casa había secretos ocultos, que tenían prohibido salir de la mansión y, lo que es más importante, que en torno al señor Belmont había algo oscuro, muy oscuro… que marcará el destino de Christine…
Por otro lado, la vida le tenía preparada otras tribulaciones a Jacqueline, su hermana…
Y hasta aquí puedo leer. Como comprenderán, no puedo desvelar nada de lo que podrán encontrar en esta fascinante e inquietante novela, que, a partir de estas premisas que he expuesto, se va desarrollando por una serie de senderos embriagadores y muy poco previsibles, donde el terror, el suspense y la alta extrañeza tomarán el verdadero protagonismo.
La clave del funcionamiento de Christine Artois, sin duda, es que desde el primer momento el autor consigue crear una atmósfera inmersiva y arrastrar a sus lectores a que devoren las cientos de páginas de la novela. Para ello utiliza algunos recursos clásicos de la narrativa de terror y suspense, empezando por la excelente, trabajadísima y detallista ambientación de los contextos en los que se desarrollan las diferentes tramas. A la construcción de esta experiencia inmersiva ayuda el diseño de los personajes, complejísimos, poliédricos, nada maniqueos y muy trabajados, tanto en lo que se refiere a sus mundos interiores (sus pensamientos, creencias, aspiraciones, dudas, planteamientos existenciales, moralidad) como a sus propias historias personales. Gracias a esto, el autor consigue que el lector empatice con casi todos ellos; incluso con aquellos que son especialmente turbios…
Así, pese que estamos ante una novela en la que hay elementos sobrenaturales —ya me gustaría comentar algo sobre esto, pero no…—, tanto los contextos como los personajes son realistas, creíbles y plausibles, lo que permite, repito, que el lector, ya desde las primeras páginas, viva y perciba la trama como una experiencia propia. Esto puede parecer fácil, pero no lo es.
Por otro lado, y en relación con esto, la novela destaca porque, pese a su enorme paginación, no se hace larga ni pesada, ni aburre en ningún momento. De hecho, sucede justo lo contrario. Es tremendamente adictiva e invita a ser leída de modo compulsivo. Claro, a esto contribuye el suspense que Dherek Schweitzer consigue crear desde los primeros párrafos, usando de forma magistral algunas de las herramientas clásicas del género, como la dosificación de la información, que se va aportando al lector lenta pero continuamente, y los giros narrativos, que descolocan y rompen, pero invitan a seguir devorando el libro. Así, el autor consigue crear un clímax que poco a poco va in crescendo y que atrapa, como un remolino, a sus lectores.
En definitiva, una obra muy recomendable, entretenida, trepidante, muy bien escrita y con una prosa impecable, que hará las delicias tanto de los amantes del género como de cualquier lector que esté dispuesto a pasar un buen rato leyendo una buena historia de terror de las de antes.
Enhorabuena.