«La poesía es el género de la sinceridad última e irreversible», dijo en cierta ocasión el gran Mario Benedetti. Qué gran verdad. Sinceridad última e irreversible. Qué bonito suena. Y es que eso es lo que hacen los poetas, los buenos poetas, aquellos que, como Patricia Hoy, la autora de esta brillante antología titulada Confesiones desde una habitación vigilada (publicada recientemente por la editorial Círculo Rojo), nos hablan de lo que tienen que hablar los profetas del sentimiento que se alejan del mundanal ruido para construir silencios con letras que emanan filosofía de vida. Nos hablan, con el corazón en una mano y el pasaporte en la otra, del viaje sin rumbo, sin equipaje, y casi siempre sin compañía, que es la vida. Y de eso, de viajar por la vida, sabe mucho Patricia Hoy. Este libro es un buen ejemplo de ello.
Patricia, con sus versos, con sus versos guerreros, con sus guantazos de realidad travestidos en besos, con su sinceridad última e irreversible, nos lleva a un viaje sin
retorno en el que, a la vez que expondrá su alma, nos animará a disfrutar hasta oxidarnos, a explotar lo que somos para ser lo que fuimos, a exprimir al máximo los
buenos ratos, a notar el rubor de las blancas mejillas, a saborear el néctar de la pasión, a abrir las piernas, a hacer de las cenizas un nuevo fuego, a sentir el temblor de las placas tectónicas, a navegar en los mares virginales, a exaltar el silencio de los orgasmos, a romper la rutina que encorseta las horas, a entender que todo buen acróbata se cae, al menos, una vez…
Nos lleva a entender el amor de otra manera, con la fuerza de un huracán, o de un tornado, como un jardín secreto de primavera eterna, una conexión entre humanidades perdidas, un camino lleno de pétalos; como un encuentro total «en el que subir de las piernas a la boca sea un manifiesto de vida».
Pero también nos llevará a pensar en lo efímera y agria que es la vida cuando se empieza a pensar en ello, y que, por mucho que nos duela, de nada vale mirar hacia otro lado. Nos expone con toda la crudeza de su pluma de poeta que la amargura es tan parte de nosotros como la felicidad, y que la soledad es tan necesaria, a veces, como la compañía. Nos hace ver que lo peor que podemos hacer es dudar de nosotros mismos, que todo tiene un precio, que no es suficiente con cerrar los ojos para que desaparezca la angustia, que nuestro segundo apellido es «decepción», que «el tiempo es una ventana rota por donde se escapa la vida».
Y, al final, solo el amor nos curará, el amor por el otro, pero también el amor onanista, sin el cual ningún otro amor es posible. «¡Hoy es un día para que te ames
más!».
En resumidas cuentas, Patricia nos enseña su alma, un alma que lucha por ser feliz, venciendo a la inseguridad y al miedo, siempre esforzándose por ser la mejor versión de ella misma, pero nunca negando el dolor que le hace humana. Y en un generoso y altruista acto de empatía, y de grandeza literaria, nos enseña a encontrar y a muestra nuestras almas. Nuestras almas de locos, de enamorados, de artistas, de animales desnudos ante la vida.
En resumidas cuentas, Confesiones desde una habitación vigilada es poesía en estado pura, poesía que agita, que remueve, que perturba, que enamora, que cura y
ayuda, al menos, a soñar con ser inmortales… al menos por unas horas. Que no es poco.
Jordi Garcia-Petit i Pamies reflexiona sobre la naturaleza de los bombardeos de Gaza y Ucrania en su libro: ‘Ucrania y Gaza, lectura crítica de dos guerras insólitas (Denuncia del bombardeo de ciudades)’
CÍRCULO ROJO.- El doctor en Derecho por la Universidad de Barcelona, Jordi Garcia-Petit i Pamies,...