El otro día, durante una tertulia literaria de esas a las que solemos asistir los pedantes aspirantes a críticos, un tipo algo altivo dijo algo que me dejó pensativo. Mientras apuraba un té con canela, soltó que, según su criterio, nadie menor de 40 años, en la actualidad, puede escribir un buen libro. Pensaba, con mucha prepotencia y, para mí, poca razón, que la madurez vital va relacionada con la madurez creativa. Por supuesto, yo, que pasé esa terrible cifra hace unos pocos años, vi esa afirmación como algo absolutamente absurdo. De hecho, la historia reciente ha demostrado que existen talentos muy precoces que han escrito obras sublimes. Resulta que aquel día andaba terminando de leer este monumental y extenso libro, Crisálida, de Ainhoa Jiménez Carmona, publicado recientemente por la editorial Círculo Rojo; y no dudé en usarlo como ejemplo de una autora joven, jovencísima, que, sin embargo, muestra maneras de gran escritora y ha hecho un trabajo sensacional. El tipo no me hizo ni caso, ni falta que hacía, pero creo que sí dejé claro que su afirmación era una estupidez.
Sea como fuere, como decía, Crisálida es una novela tan sorprendente como brillante, una brisa de aire fresco que espero irrumpa con fuerza en el panorama literario.
La novela cuenta la historia de Aliah, una chica joven, inteligente, reflexiva, diferente, amante de la música, casera —pero sociable—, contradictoria y escéptica tanto con la amistad como con el amor, que no idealizaba para nada. Aliah vive en un pequeño pueblo cercano a la ciudad de Barcelona en el que se conservan numerosas mansiones modernistas decimonónicas… entre las que estaba la Torre Lleguet, un lugar que atraía especialmente a Aliah, sobre la que abundaban los rumores de maldiciones y fantasmas, y que se convertirá en el epicentro de la trama.
No es mi intención desvelar en exceso lo que sucede en Crisálida, aunque sí me gustaría lanzar algunas pinceladas que motiven al lector interesado a hacerse con la novela y devorarla. Aliah, además de enfrentarse a los exámenes de selectividad, de comenzar una relación con un chico que le gusta y de andar buscando un trabajo, tiene unas pesadillas recurrentes que cada día le inquietan más; unas pesadillas en las que siempre aparece una misteriosa chica y que parecen ser reminiscencias del pasado. Por otro lado, su atracción por la Torre Lleguet, y sus aspiraciones laborales, le llevan a conocer a sus nuevos propietarios, una señora llamada Cinta, sus dos hijos (Ángel y Tomás, que cobrarán gran protagonismo) y Marcos, el pequeño nieto, al que comenzará a cuidar Aliah.
Y hasta aquí puedo leer. Estas son las piezas principales de una trama que, a partir de este punto, se desarrollará en torno a unos transcendentales secretos familiares, unas complicadas relaciones sentimentales y algunos inquietantes misterios que harán que el lector no pueda dejar de leer hasta terminar las numerosas páginas de este voluminoso libro.
Desde una perspectiva puramente literaria, Crisálida destaca por varios aspectos: por la rica prosa que desarrolla la autora, por sus creíbles y realistas diálogos, por la perfecta descripción de los contextos en los que se desarrollan las tramas, por las bien narradas relaciones sexuales, sutilmente descritas, nada soeces, y muy emocionantes; y, sobre todo, por la capacidad de Ainhoa Jiménez Carmona para construir personajes tan ricos como complejos y contradictorios, creíbles y realistas. Esto puede parecer fácil, pero muchos autores de obras de ficción, sobre todo en sus primeros caminos por la prosa, suelen pecar a la hora de diseñar los seres que deambularán por sus tramas. En este aspecto, Ainhoa, pese a ser una escritora novel, muestra un talento extraordinario que permite augurar un futuro muy prometedor como creadora.
Brilla especialmente la omnipresente protagonista, con su complejo y poliédrico mundo interior. A ello contribuye la narración en primera persona, que permite desarrollar un fuerte componente introspectivo y que, a la vez, permite que el lector empatice, comprenda y haga suyas las cuestiones e ideas que Aliah se plantea. Por otro lado, el personaje evoluciona a lo largo de la novela, se transforma, viaja por una especie de camino iniciático existencial que le llevará a convertirse en otra persona, como una mariposa cuando brota después de ser crisálida…
Merece la pena destacar que la novela, además de ofrecer una entretenida y adictiva trama, regala al espectador un buen número de reflexiones, casi siempre procedentes de la mente inquieta y pensativa de Aliah —aunque, en realidad, proceden de la mente inquieta y pensativa de Ainhoa, que, como bien aclara en la biografía de la solapa, es una amante de la filosofía; y eso, sin duda, se nota en Crisálida, y le da un valor añadido a una ya de por sí excelente novela.
Podría ponerles muchos ejemplos, pero me quedo con algunas ideas que me han sorprendido, sobre todo si tenemos en cuenta que la autora es muy joven. Por ejemplo, ofrece un curioso y comprometido estudio de la realidad existencial de ese grupo de edad que los americanos, siempre atentos, denominan «young adults», es decir, los que tienen entre 17 y 25 años, aproximadamente; sus esperanzas, sus frustraciones, sus inquietudes y su forma de comportarse en un mundo que no entienden, son analizados, implícita o explícitamente, por la autora. Pero hay más: su crítica hacia los omnipresentes teléfonos móviles, convertidos casi en un apéndice tecnológico que limita y determina gran parte de nuestra vida y de nuestras relaciones sociales; la importancia que le damos a un pasado que ya no existe pero que, por algún extraño motivo, no solo determina nuestro presente, sino que nosotros contribuimos a que así sea; o lo complicadas que son a veces las relaciones sentimentales, problemática sobre la que gira gran parte de Crisálida, como buena novela romántica que, en parte, es.
En resumidas cuentas, una novela tan apasionante y emocionante como inquietante y misteriosa, en la que el amor y la intriga van de la mano, y en la que podemos conocer a varios personajes memorables, en especial, la gran Aliah, que, sin duda, se merece más letras. Esperemos que Ainhoa nos las regale.