Muy curiosa esta obra, 24 proposiciones, de José Quintas Alonso, publicada recientemente por la Editorial Círculo Rojo.
Y muy difícil. Para nada apta para leer con prisas, aunque se alternan reflexiones filosóficas, sociológicas, económicas y antropológicas con pequeños relatos, divagaciones o diálogos inventados que hacen más llevadera su lectura. Pero es difícil. Es una obra que exige al lector un esfuerzo —tampoco demasiado— de concentración, comprensión lectora y capacidad para manejar conceptos abstractos.
En un primer momento, José Quintas Alonso se propone divagar sobre nosotros, los humanos demasiado humanos —que diría Nietzsche—. Además de señalar algunas características básicas, como nuestra capacidad para tomar decisiones y para asociarnos entre nosotros, destaca algunas ideas muy importantes e interesantes: el lenguaje humano, como herramienta básica para la expresión y transmisión de emociones, conocimientos y reflexiones —no habría historia sin lenguaje— y para interrelación social y el progreso —no habría ciencia sin lenguaje—, que es otro de los puntos que destaca. Pero también ahonda en lo que nos lleva a ello, al progreso, es decir, en nuestros motivos: necesidad, por un lado, y sobre todo satisfacción/placer/felicidad por el logro conseguido. La clave está en la necesidad de desarrollar una conducta racional y pragmática que nos lleve a conseguir las metas a las que aspiramos. Claro, esas metas deben ser «conseguibles». Y, por supuesto, debemos tener constancia de nuestros límites. En cualquier caso, la historia demuestra que esto ha sido así.
«Prefiero subir montañas, intentar sacar adelante los proyectos (familiares, de trabajo, de ocio…) y vivir noventa años que vivir treinta años intentando cazar conejos, adecentar la cueva y afilar las armas arrojadizas. Es decir, aspiro a la máxima libertad individual dentro de la sociedad en la que estoy inserto». Muy grande.
Del ser humano, Alonso da un salto a la sociedad. Nuestro autor considera que existe un fino hilo que marca el devenir de la Historia —sí, con mayúsculas—: la especialización y la complejización de las sociedades, y la incertidumbre. De la interacción entre estos tres ingredientes surge el desarrollo de las sociedades humanas, que evolucionan de forma paulatina o de forma brusca, siempre según el zeitgeist del momento. Por supuesto, los humanos, siguiendo con aquello que les comentaba del progreso, se han planteado sociedades utópicas de acuerdo a una serie de conceptos ideológicos, aunque han terminado fracasando. ¿Es posible una sociedad justa y gratificante para todos? Lean el libro para ver que nos dice este señor.
«Opino que, en general, el cambio se hace mejor votando que a tiros, pensando que improvisando».
Por otro lado, José Quintas Alonso tiene claro que existen tres elementos sobre los que se han articulado las sociedades a lo largo de la historia: la organización, el capital y la tecnología. Si aplicamos esta idea a las sociedades actuales, podemos vislumbrar como será la tendencia hacía la que va esta aldea cada vez más global. Por ejemplo, ¿cómo será el impacto de la robótica en el empleo y, por lo tanto, en la economía de las familias? ¿Cómo se organizarán las sociedades futuras para reconducir la situación y mantener el supuesto estado del bienestar, con menos ingresos para los estados al haber menos trabajo? ¿Cómo impactará el desarrollo de las inteligencias artificiales en la toma de decisiones complicadas de las organizaciones sociales?
Y mucho más, este libro es mucho más. Lo suyo es que el lector valiente se adentre en sus páginas con calma y con ganas de aprender. Aprenderá.
En resumidas cuentas, 24 proposiciones es una acertada recopilación de reflexiones sociales, económicas y políticas que ayudarán al lector despistado a entender, dentro de lo posible, cómo funciona el mundo, qué podemos hacer para cambiarlo y cómo podemos vivir mejor, unos y otros. Se puede estar o no de acuerdo con sus ideas y planteamientos, pero si el lector se libera de sus ideas preconcebidas y se adentras en estas reflexiones, podrá comprobar que quizás haya una luz al final del túnel. O no…