Si existe algo universal y presente en todas las culturas humanos presentes y actuales, como bien han demostrado los etnólogos, los antropólogos y los historiadores especializados en el fenómeno religioso, es la idea de que existen dos fuerzas antagónicas, el bien y el mal, y que ambas se pueden usar en beneficio o en perjuicio de las personas, aunque siempre mediante la mediación de entidades superiores, ya sean deidades o los espíritus de las personas fallecidas. He aquí el origen de toda forma de religión y de algo que ha sido visto de forma despectiva por los científicos positivistas y por los escépticos materialistas: la magia, entendida esta como la actividad que ejercían determinadas personas gracias a determinados dones o a una correcta formación. Por desgracia, en gran parte del mundo actual, en nombre de una entelequia llamada modernidad, se han mandado al ostracismo del folclore este tipo de prácticas. Sin embargo, en otras latitudes, y en algunas comunidades que sobreviven como reminiscencias de un pasado perdido, se mantiene aún esta apuesta por la espiritualidad, la magia y la unión con la divinidad, sea esta cual sea.
Dicho esto, este libro que pretendo reseñar a continuación, De brujas, de la extraordinaria escritora Mirian Luiza Pereira da Silva, publicado recientemente por la editorial Círculo Rojo, es, aparte de un excelente divertimento literario, toda una apuesta apologética y magistral por reivindicar esos saberes tradicionales.
Se trata de una obra antológica compuesta por varios relatos de diferente extensión que giran en torno a la coexistencia entre estos dos mundos, el físico y el espiritual, y, sobre todo, a personas, mayoritariamente mujeres, que desarrollan sus capacidades mágicas y brujeriles.
El primero de ellos, Thabita, ambientado en el siglo XVIII, cuenta la historia de Thabita, una joven muy especial y feliz que aprendió desde joven a trabajar con hierbas y a curar los males de la gente, lo que hizo que muchos pensaran que era bruja. Y realmente lo era, pero no había nada malo en ello. Así que, para evitar ser ajusticiada, huyó y terminó conviviendo con una comunidad de brujas que vivían en la clandestinidad. Allí aprendió a potenciar y controlar sus poderes y descubrió quién era realmente, alguien que las profecías habían anunciado… pero pronto tuvieron que enfrentarse a un cazador de brujas que… Y hasta aquí puedo leer, si quieren saber más, tendrán que hacerse con un ejemplar de esta fantástica obra.
El segundo relato, Jezabel, está ambientado en la actualidad y cuenta la historia de una chica de Minas Gerais, de una familia muy amplia y con cierta solvencia económica. Su nombre real era Helena y, por distintos motivos, se dedicaba a la prostitución con el nombre de Jezabel —un personaje bíblico de lo más interesante—. Un buen día despierta conmocionada y desorientada… hasta que descubre que está muerta… Tras el shock inicial decide se lanza a intentar averiguar qué ha pasado…
El tercero, Coraline, narrá la historia de una niña, Coraline, que conversaba con su abuela fallecida, con la que había tenido una gran relación, y que, gracias a las instrucciones de esta, comenzó a ver a los espíritus errantes. A partir de esta premisa se desarrolla una historia fascinante y preciosa.
El cuarto, Luisa, cuenta la epopeya de Luisa, una señora maltratada por su pareja que, en busca de una nueva vida, vive una experiencia alucinante que le sirve de catarsis…
La antología se completa con dos pequeños relatos: Cintia (una joven huérfana que comienza a tener visiones de su difunta madre, que desde el Más Allá quiere ayudarle) y Coma (Marcelo entra en coma por motivos que no puedo desvelar y entra en contacto con el otro mundo y encuentra el amor en Marlene, una chica que termina contactando con él gracias al espiritismo).
En cierta ocasión, Paul Auster, uno de los maestros más influyentes e interesantes de las letras contemporáneas, dijo: «Los escritores somos seres heridos. Por eso creamos otra realidad». O quizás lo escribió. Sí, seguramente lo escribió. No sé con qué intención lo hizo, pero siempre me ha gustado pensar que era el reflejo de una profunda actividad introspectiva. O quizás quería decir que escribía porque no tenía más remedio, porque es lo único que podía hacer para soportar su realidad: crear otra realidad.
En cualquier caso, tras leer, y releer, De brujas, la sensacional antología de relatos de la autora Mirian Luiza Pereira da Silva, me he acordado de esto que escribió, o dijo, el bueno de Auster, porque creo que esta escritora, al igual que el de New Jersey, escribe porque no puede evitarlo, porque le sale de lo más profundo de su rico mundo interior, porque tiene mucho que decir.
Esto es lo primero que el lector puede concluir tras finalizar este brillante muestrario de narrativa breve: todos y cada uno de estos relatos muestran diferentes aspectos de esa generalización precipitada que llamamos «ser humano». Pero todos, a la vez, giran en torno a ese otro mundo que la espiritualidad y las religiones tradicionales han descrito en todas las culturas de la tierra. En torno a esa dualidad entre lo humano y lo espiritual se articulan estos maravillosos relatos, además de ser todo un canto a la mujer, a la femineidad y su especial sensibilidad en cuestiones espirituales y humanas.
Por otro lado, desde una perspectiva puramente formal, destaca la capacidad de la autora para crear con pocas páginas el necesario e imprescindible clímax, característica esencial de las antologías de relatos. Lo hace, como es habitual, dosificando la información y creando tramas paralelas. Nada es lo que parece en ninguna de ellas. Además, hay que destacar que sus personajes no son maniqueos ni planos, sino que, al contrario, son complejos y poliédricos, y evolucionan conforme se van desarrollando las historias. Todo esto provoca una experiencia inmersiva en el lector, algo que puede parecer fácil de hacer, pero que solo consiguen algunos privilegiados maestros de las letras. Por supuesto, también ayuda el lenguaje cercano, urbano y realista que imprime a los personajes, muy del día a día, que permite que el lector empatice con los protagonistas de los relatos.
Alguien dijo alguna vez que una buena película es aquella que no quieres que termine cuando se ve por primera vez, y que esperas que termine de otra manera cuando se vuelve a ver. Eso pasa con casi todos los relatos de esta brillante antología. Tienen vida propia. Tantos los relatos como los vivos personajes que por ellos deambulan. Quieres saber más y en algunos casos hasta da rabia que no sea así, y te acuerdas de la autor y le reprochas, en silencio —o no—, que no se haya extendido un poco más…
En definitiva, una obra absolutamente recomendable.