Maravillosa la antología de cicatrices que ha escrito Astronáutico y que nos ha regalado en esta magnífica obra, Estaciones, recientemente publicada por la Editorial Círculo Rojo. Sí. Cicatrices. Porque las cicatrices surgen tanto del amor como del llanto. Y curan y alivian al alma dañada, tanto a la del que construye los versos como a la del que los recibe. Cauterizan, sacian y alivian a las almas afligidas que no saben los porqués o que, al contrario, los conocen demasiado bien. Ya lo dijo en cierta ocasión, Paul Auster, uno de los maestros más influyentes e interesantes de las letras contemporáneas: «Los escritores somos seres heridos. Por eso creamos otra realidad». O quizás lo escribió. Sí, seguramente lo escribió.
Siempre he admirado a los poetas, aunque habrá quién discuta —puede que incluso él mismo— que Astronáutico lo sea. Para mí lo es, porque los poetas son los filósofos de las emociones, aquellos que, con rimas o sin ellas, sacuden nuestra alma y que, en estos tiempos de la postverdad, de runners vestidos de superhéroes, de hipotecados de los likes y de adictos a la autoestima, son más necesarios que nunca. Por eso mismo, por eso mismo, por estos tiempos oscuros, se agradece, aunque sorprenda, encontrarse con estas cicatrices que ha tallado Astronaútico. «El mundo no vuelve a ser el mismo cuando le agregamos un buen poema», dijo en cierta ocasión en gran Dylan Thomas. Sabía lo que decía. Como también lo sabía el gran Walt Whitman cuando dijo aquello de «no dejes de creer que las palabras y las poesías si pueden cambiar el mundo».
Nos habla de lo que tienen que hablar los poetas, los vagabundos del sentimiento que se alejan del mundanal ruido para construir silencios con letras que emanan filosofía de vida. Nos habla de estaciones…
Invierno. Unicornios buscados, corazones congelados con carencias on the rocks, resacas que no terminan, cicatrices que no cicatrizan, el frío de las sábanas, batallas para dormir, universos paralelos, drogas sintéticas, miedos secuestrados, presentes perfectos. Corriendo por el lado oscuro de la vida, volando sobre los charcos vírgenes del camino de baldosas amarillas, construyendo castillos de arena de hoja caduca.
Primavera. Tormentas de arena, antídotos para los besos, presentes pasados, recuerdos futuros, corazones que escuecen, cambios de rumbo, casualidades con causa, colores permanentes, patos mareados diseccionando las culpas en un after.
Verano. Retales del cuerpo recién descubiertos, emociones irreversibles, nubes grises que se vuelven cenizas con olor a café, eternos vacíos, perdedores del bando que ganó la guerra de las luces apagadas, bolsillos llenos de arena, intentado unir los destinos divergentes con guiones improvisados.
Otoño. Libros abandonados, tumores sentimentales, estribillos finales, cerraduras forzadas de la puerta del pasado, emociones al vacío tiradas en la basura, soles radiantes que anuncian inviernos, soñadores escribiendo en fiestas a las que no les han invitado.
Y una quinta estación…
En resumidas cuentas, no creo que sea atrevido afirmar que Estaciones es una grata sorpresa —si tenemos en cuenta, además, que procede de un autor novel— y todo un soplo de aire fresco en la narrativa española contemporánea. Habrá que estar atento a sus siguientes obras.