¿Saben qué es un McGuffin? Pues se trata de un palabro, también relacionado con Escocia, que inventó el rey del suspense, el simpar cineasta inglés Alfred Hitchcock, para hacer referencia a los pretextos o excusas narrativas, casi siempre sin especial relevancia, sobre las que se construye un relato y se fabrica el suspense necesario para atrapar al espectador —en este caso, al lector—. Lo podría explicar yo, pero Hitchcock ya lo hizo en el famoso libro-entrevista El cine según Hitchcock, escrito por el también cineasta François Truffaut:
«La palabra procede de esta historia: Van dos hombres en un tren y uno de ellos le dice al otro “¿Qué es ese paquete que hay en el maletero que tiene sobre su cabeza?”. El otro contesta: “Ah, eso es un McGuffin”. El primero insiste: “¿Qué es un McGuffin?”, y su compañero de viaje le responde: “Un McGuffin es un aparato para cazar leones en Escocia”. “Pero si en Escocia no hay leones”, le espeta el primer hombre. “Entonces eso de ahí no es un McGuffin”, le responde el otro»
El empleo de McGuffins es esencial para crear el suspense necesario que toda buena novela de intriga necesita. Pues bien, no podía haber mejor ejemplo que esta novela, Lagrimas de sangre, de la autora Esther Solá, publicada recientemente por Editorial Círculo Rojo, una extraordinaria y compleja obra —aunque pueda parecer sencilla, pero esa, repito, es la magia de los McGuffins— que merece la pena leer y que les enganchará desde la primera página.
La acción comienza cuando, Raquel y Javier, dos jóvenes estudiantes de Historia en la Universidad de Barcelona, viajan hasta la bella localidad de Besalú, en Girona. Allí visitan una casa abandonada en la que, sorprendentemente, encuentran evidencia de que alguien ha estado recientemente allí. O eso parece. Además, se topan por casualidad con un misterioso diario, escondido en un doble fondo de una antigua mesita de noche, y comienzan a leerlo. Este será el inicio de una apasionante aventura llena de suspensa: La historia de Diana y Damián… y hasta aquí puedo leer.
Lo que aquí se cuenta bien podría haber ocurrido o estar ocurriendo. Lástima que, como es justo y necesario, no pueda hacer spoilers, pero es así. El centro gravitacional sobre el que gira esta pequeña gran historia es un drama que puede estar ocurriendo, que seguramente está ocurriendo. Pero esto no se descubre hasta el final de esta historia, y vaya historia, aunque, dado que Lagrimas de sangre está narrada desde un presente con vistas al pasado, los narradores, los dos protagonistas principales de esta novela algo coral, advierten desde un principio al lector de que esta historia va a ser dura. Desde el punto de vista de la técnica literaria no hay mejor manera de atrapar el lector desde la primera página. Nada es más efectivo que descubrir, nada más comenzar a leer un libro, que la historia puede terminar mal, siempre y cuando no te adelanten por qué.
En lo formal, cabe destacar la estructura perfecta de la obra, que va evolucionando de una manera asombrosa, atrapando al lector en una espiral, a veces desasosegante, de la que no podrá salir hasta terminar el último párrafo de la última página. Merece la pena destacar la logradísima construcción de los personajes, ricos en matices, con sus propias historias personales y con una evolución asombrosa que se va manifestando conforme va avanzando en profundidad la trama. La autora recrea sus sensaciones y experiencias a la perfección y consigue no solo arrastrar al lector a que devore las páginas del libro, sino que consigue que empatice y haga suya la aventura, y la tragedia, de la protagonista, Diana. Están tan bien construidos que no nos puede resultar difícil asociarlos con personas reales que podamos conocer.
Y no solo eso. En Lágrimas de sangre el lector encontrará algunas reflexiones interesantes, sensatas y acertadas sobre algunos temas preocupantes de nuestras sociedades actuales. Ya lo dijo en cierta ocasión el maestro Camilo José Cela, «la más noble función de un escritor es dar testimonio, como acta notarial y como fiel cronista, del tiempo que le ha tocado vivir».
En resumidas cuentas, una obra poliédrica, transversal y compleja, a la par que bella, emotiva y sensacionalmente construida. Lo tiene todo para triunfar.