Uno podría pensar que el lector compulsivo está tan acostumbrado a leer que en muy pocas ocasiones se sorprende con un nuevo libro. Pero no es así. Al contrario. Leer no produce tolerancia, aunque sí que aumenta el umbral de lo que se considera bueno o malo, siempre desde una perspectiva subjetiva, personal e intransferible. Pero, por mucho que uno lea, de vez en cuando llega una obra que desde sus primeras páginas le atrapa y le conduce inexorablemente a devorar todas y cada una de sus letras. No sabría explicarles por qué, pero es así. Es algo que se nota, se siente, se disfruta. Es una especie de magia, una conexión extraña que emana de las páginas del libro y que une inexorablemente al lector, entrenado o no, con la historia que se está contando, que se está viviendo, que se está leyendo. No exagero si digo que esto sucede con Los caminos de la lucha: Esperanza, la extraordinaria propuesta literaria de la escritora alicantina Aitana Morales Trócoli, recientemente publicada por la Editorial Círculo Rojo.
«Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia». Así podría haber empezado este libro, pero no, no empieza así; y no empieza así porque los parecidos con la realidad que uno puede encontrar en esta brillante novela son más que evidentes. ¿Se trata de una distopía? Sí, aunque extremadamente realista, sutil y, lo que es más preocupante, posible. La novela, ambientada en la España de dentro de unos años, gira en torno a la vida de un joven universitario, Unai, que de pronto se ve inmerso en unas circunstancias que le superan. Una tragedia personal, eje sobre el que se vertebra la novela, sucede en el contexto de una España gobernada por un partido de extrema derecha y por un dictador, el tal Ricardo Campos, que tomó el poder tras un atentado terrible que tuvo lugar un tiempo antes en Madrid. Como consecuencia de aquel atentado, este gobierno, que en la práctica funciona como una dictadura disfrazada de democracia, se ha permitido el lujo de reprimir ferozmente cualquier movimiento crítico y subversivo, amparándose en la tan manida seguridad nacional. Y lo que es peor, con el amparo de una sociedad que, aunque se muestre a disgusto con estas medidas coercitivas, las entiende y las acepta como un mal menor. ¿Les suena a algo esto? A mí me ha recordado a todo lo que sucedió tras los terribles atentados del 11 de septiembre, que llevaron, entre otras cosas, a la creación de una ley, la Patriot Act, que anulaba por completo los derechos y las libertades individuales con la excusa de combatir el terrorismo.
Y no solo eso. El gobierno ficticio, aunque posible, del tal Campos, si bien es conservador en lo moral, es neoliberal en lo económico. Así, como bien muestra la novela, tres de los pilares esenciales sobre los que gira el estado del bienestar (la educación pública, la sanidad y la injerencia estatal para ayudar a los menos favorecidos), se ven reducidos a su mínima expresión. Por si fuera poco, y esto seguro que también les suena, los inmigrantes se convierten, como por arte de magia, en los auténticos culpables de todos los males. Como ven, el parecido que hay entre este gobierno ficticio, aunque posible, y las propuestas y actitudes de algunos partidos del espectro político español actual es más que palpable.
Por fortuna, y aunque lamentablemente el deber me impide ofrecer spoilers, estos movimientos represivos y dictatoriales suelen producir la necesaria ofensiva de resistencia. De ahí lo de «esperanza» que apunta el título. Y hasta aquí puedo leer.
Al margen de todo esto, desde una perspectiva puramente literaria, Aitana Morales muestra con su grácil y concisa pluma maneras de gran escritora, tanto en la creación y evolución de sus personajes como en la confección de tramas y en el dominio del suspense y la intriga.
¿Pero saben qué es lo más curioso? Que cuando me leí Los caminos de la lucha: Esperanza, torpe de mí, no sabía que se trataba de la continuación de Los caminos de la lucha: Convicciones, la anterior obra de Aitana Morales, publicada también por la Editorial Círculo Rojo en el año 2015. Y, si les soy sincero, me alegro. Alguien dijo alguna vez que una buena película es aquella que no quieres que termine cuando se ve por primera vez, y que esperas que termine de otra manera cuando se vuelve a ver. Eso pasa con Los caminos de la Lucha: Esperanza. Quieres saber más y te acuerdas de la autora y le reprochas, en silencio —o no—, que no se haya extendido un poco más… Y de pronto, tras ese vacío en el que uno se encuentra cuando sucede esto, me dio por revisar la cubierta de la obra y descubrí, atónito, la existencia de la primera parte, que, por supuesto, devoré en pocas horas. Fue una experiencia curiosa. Por un lado, porque en ningún momento sentí que me faltaba algo para entender Los caminos de la lucha: Esperanza, lo que indica que la novela está soberbiamente escrita y que no hace falta leer la historia anterior para entenderla. Pero, además, pasó como cuando ves una precuela de una película que te gusta mucho. Se explican y se entienden mejor algunos hilos argumentales y comprendes algunos comportamientos de los personajes. Aunque lo más importante, en este caso, es que he podido comprobar la evolución de una escritora y el gran salto de calidad que ha dado en los cuatro años que separan a estas dos obras. La primera parte, aunque es otra gran novela, destilaba cierto tono amateur, lo esperado en una autora novel, pero ahora, con esta segunda entrega, se muestra como escritora madura, más formada y mucho más perfecta. Habrá que estar atentos para ver qué nuevas obras nos trae Aitana Morales en el futuro.