Quien más, quien menos, conoce la maravillosa obra narrativa del gran Edgar Allan Poe, aunque solo sea por aquellas míticas películas de Vincent Price dirigidas por el genial Roger Corman. Y eso que solo escribió una novela (Narración de Arthur Gordon Pym), aunque tampoco le hizo falta más; sus relatos cortos son de una calidad extraordinaria. Algunos, incluso, conocerán su obra poética, en especial el famosísimo poema El cuervo, cumbre de la lírica romántica estadounidense, con permiso de Walt Whitman. Pero pocos saben que donde realmente brilló este hombre, al menos en vida, fue en las críticas literarias, su principal sustento, cuando no tiraba todo por la borda y se entregaba en cuerpo, hígado y alma a Baco. A lo largo de su breve vida publicó cientos de reseñas en las diferentes revistas para las que trabajó. Incluso llegó a escribir algún ensayo sobre la técnica literaria en el que exaltaba el noble arte de criticar la obra ajena.
Porque sí. Ya está bien de atacar a los críticos literarios. Ya está bien de ese manido prejuicio de que son escritores frustrados que pagan su desazón dándole caña al genio ajeno por pura envidia. Que no digo yo que no haya algo de eso, pero, creo que hay que entender, como hizo Poe, que el arte de reseñar los libros de los demás es eso, un arte. Claro, dirán ustedes: «Claro, qué va a decir un reseñista». Y tienen razón. Para qué negarlo.
La cuestión es que hoy toca reseñar un libro de reseñas. Un magnífico libro de reseñas que ha escrito el gran Javier Crespo Cullell, autor de una de las obras que más me impactó el año pasado (una maravillosa novela, que también reseñé, titulada Érebo), que en un sorprendente giro de tuerca nos ha regalado esta pequeña joyita titulada Microrreseñas popmodernas, de nuevo publicada por la editorial Círculo Rojo.
Ya lo dice el refranero, fuente de filosofía popular, y el propio autor de esta obra en la introducción: «Lo bueno, si breve, dos veces bueno». Está máxima se puede aplicar a casi todo, y se agradece especialmente en literatura. No hay nada peor que esos libros inflados a los que se les podría quitar la mitad de sus páginas y seguiría diciendo lo mismo. Como cuando un alumno se enfrenta a una pregunta complicada en un examen, a una pregunta cuya respuesta conoce pero no lo suficientemente bien, y engorda lo que escribe para que parezca que sabe más de lo que sabe.
Pero ojo, no es fácil sintetizar en literatura, y mucho menos en el noble arte de reseñar. La tendencia natural de un crítico le lleva a escribir siempre más de la cuenta, y muchos, poseídos por su ego, son incapaces de meter tijera a sus siempre maravillosos textos. Parece que prima eso de «burro grande, ande o no ande». Y repito, no es fácil.
«He hecho esta carta más larga de lo usual porque no tengo tiempo para hacer una más corta», dijo en cierta ocasión el grandísimo pensador francés Blaise Pascal al respecto de esto que les comento.
De ahí que me parezca tan fascinante lo que ha hecho Javier Crespo con esta extraordinaria, cachonda y ácrata recopilación de microrreseñas. Puede parecer fácil, visto desde fuera, pero para nada lo es. Es tremendamente complicado encontrar la esencia de una obra y resumirla en dos o tres frases. Se lo digo yo, querido lector, que llevo ya ochocientas palabras de reseña.
Si difícil es sintetizar, más difícil es hacer reír con un libro. Muy pocos lo consiguen. Es más, les diría, a riesgo de crearme enemigos, que solo dos autores vivos lo han conseguido conmigo: Juan Eslava Galán y Eduardo Mendoza. Ahora son tres…Y es que este libro es un canto brutal y socarrón al humor delirante y absurdo. Les puedo asegurar que si se atreven a adentrarse en esta obra lo van a pasar muy pero que muy bien. Además, y eso la hace aún más grande, estoy convencido de que se atreverán a leer algunas de las obras microrreseñadas por el amigo Javier.
¿Se han dado cuenta de que no les he hablado de ninguna de las doscientas obras que pululan por este descojonante compendio? No es cuestión de hacer spoiler, pero, con permiso del autor, o sin él, les voy a copiar la que, según mi poco modesto gusto, es la mejor de todas:
Dracula (Stoker, Bram)
Un aristócrata centroeuropeo, al que la sangre se la pone como una estaca, se muda a Londres, donde descubre la niebla, la marcha nocturna y la xenofobia londinenses.
No se puede ser más grande.
Ya para terminar, si me lo permiten, y si me lo permite este autor, voy a probar esta sopa y me voy a lanzar con una microrreseña popmoderna sobre Microrreseñas Popmodernas. Que Dios se apiade de mí…
Microrreseñas popmodernas (Crespo Cullell, Javier)
Un sensacional escritor de novela negra se viene arriba y publica 200 reseñillas con bastante sentido del humor, aunque tampoco mucho, y un claro afán comercial. Todo para cumplir sus ambiciosos planes de dominación mundial.