Una buena obra de ficción debe construirse sobre una estructura que permita expresar a la perfección lo que se quiere contar. Si se me permite el símil, debe ser como uno de esos puzles de miles de piezas, que al formarse permiten visualizar, por fin, la imagen prevista. En eso consiste el noble arte de fabricar ficciones. Y esto, sin duda, es lo que más impresiona de la brillante novela El sueño de ultramar, de Antonio Alonso Buiyó, publicada en 2016 por Editorial Círculo Rojo. Es brillante porque su autor, además de contar una historia apasionante, coral y compleja, lo hace con un sentido del ritmo y de la estructura que hará las delicias de todos los lectores que sepan apreciar la buena literatura y los nuevos talentos.
Toda la trama gira en torno a los dos personajes principales, Pedro Alonso Villalba y Juan de Guevara, amigos desde la infancia y con un destino que les mantiene unidos, en parte por su propio afán de intentar seguir siempre juntos, pero con distintos oficios y ambiciones, que terminarán conduciendo al más dramático de los desenlaces.
Pedro Villalba, contable del Consejo de Indias con residencia en Toledo. Juan de Guevara, escribano del arzobispado de la ciudad castellana. Ambos pertenecen a familias que habían prosperado, aunque no eran nobles. El padre del primero, don Federico Alonso y Soto, antiguo fiscal del Consejo de Indias, fue muy crítico con la administración de las provincias del Nuevo Mundo, tanto por los aventureros que solo querían fortuna como por los esclavistas que mantenían aquel sistema, y la Iglesia que lo permitía. Su fidelidad al rey y al duque de Lerma y su honestidad fue lo que le mantuvo en ese puesto, pero no lo querían cerca de la corte. Pedro fue educado en esos valores.
Los dos amigos estudiaron en la Universidad de Salamanca. Juan, teología, pero no se hizo cura. Así, tras trabajar un tiempo en el Consejo de Indias, consigue que le nombren secretario del gran inquisidor, fray Felipe, y es enviado a Cartagena de Indias para supervisar la instauración del Tribunal de Penas del Santo Oficio, y con sus ansias de poder es quien realmente gobierna allí, moviendo los hilos en la sombra. Es entonces cuando los amigos se separan.
Pedro Villalba, por otro lado, siempre había soñado con viajar a América. Y finalmente, tras una serie de avatares, lo consigue: es enviado también a Cartagena de Indias como visitador real para atender una complicada situación política. Una vez allí, tras una complicada travesía por el Atlántico, se reencontrará con su antiguo amigo, aunque su amistad se verá amenazada por las ansias de poder, la ambición y algunos asuntos de faldas.
Y hasta aquí puedo leer. Si quieren saber más de esta prodigiosa, compleja y poliédrica trama, no duden en hacerse con un ejemplar de esta brillante novela.
Como debe ser en una buena ficción, los personajes se van construyendo como un engranaje al que se le van agregando, poco a poco, dosificada pero insistentemente, nuevas piezas. Y, como debe ser en una buena novela, se trata de personajes riquísimos, complejos, poliédricos y llenos de historia. Nuestro autor, Antonio Alonso Buiyó, va aportando y construyendo poco a poco los personajes de esta trama, y lo hace con calma, con la precisa intención de que el lector vaya empatizando de forma paulatina con ellos y consiga comprender sus pensamientos, sus intenciones y sus complejidades.
Se trata, en resumidas cuentas, de una novela de personajes, pero también es una novela de espacios. Así, del mismo modo que construye a sus personajes con la fina y metódica precisión de un cirujano literario, los enmarca en un contexto determinado que, como es lógico, influye tanto en la historia como en los propios protagonistas. En este caso, los espacios —Toledo, Cartagena de Indias o Madrid del siglo XVII, los viajes en barco— son tan protagonistas de la historia como los propios personajes. Es más, todas las subtramas giran en torno a ellos.
Y todo esto sin olvidar el exquisito y metódico trabajo de documentación y de investigación histórica y literaria que el autor ha tenido que realizar para contextualizar las diferentes tramas de la novela. Además, este arduo trabajo permite al autor aportar numerosas y acertadas referencias históricas que sitúan al lector y le permiten contextualizar adecuadamente la compleja evolución de las diferentes líneas narrativas que se abordan en El sueño de ultramar.
Por otro lado, destaca el acierto con que el autor analiza críticamente algunos aspectos relacionados con las consecuencias del contacto entre los dos mundos (Europa y América), especialmente duras y terribles para los nativos que de la noche a la mañana se vieron desposeídos de sus derechos, de su historia, de su cultura y de sus tierras; o para los esclavos traídos desde África para el lucro de los europeos sin escrúpulos que no dudaron en hacerlo —impresionante la descripción del barco negrero con el que se topa Pedro Alonso Villalba en su viaje hacia el Nuevo Mundo…
En resumidas cuentas, y ya concluyendo, se puede afirmar sin ninguna duda que El sueño de ultramar es una grata sorpresa y todo un soplo de aire fresco en la narrativa histórica española contemporánea. Absolutamente recomendable. Eso sí, tómense su tiempo, que son más de 700 páginas