Hace varias décadas, cuando aún había esperanza de encontrar arena de playa bajo los adoquines del Boulevard Saint-Michel, el bueno de Jean-Paul Sartre soltó una de esas frases, carne de meme hoy en día, que la postmodernidad ha hecho suya, sin preocuparse realmente por entenderla. «El infierno son los otros». La sentencia, aparecida en A puerta cerrada, una obra de teatro que escribió en plena Segunda Guerra Mundial —y que fue publicada antes de acabar la contienda, en 1944—, tenía mucha miga. Los otros, el infierno, son los demás, esos con los que cada día nos cruzamos en el supermercado, esos que esperan, como nosotros, en la cola del banco; esos que nos miran desde el pupitre de atrás en la facultud, y esos a los que miramos, intentando comprender quiénes somos. Pero ojo, que nosotros también somos parte de los «otros» y, por lo tanto, parte del infierno, parte de esa jauría de entrometidos invasores de nuestra ansiada individualidad; individualidad que exigimos por derecho, pero que no concedemos ni aceptamos como obligación cuando se refiere a los otros.
Se trata, en resumidas cuentas, de la vieja batalla entre el individuo y la sociedad, entre el yo y el tú, entre la manada y el lobo estepario. Y sobre eso trata, entre otras cosas, la novela Pijamas verdes, de la autora Leena H, recientemente publicada por la editorial Círculo Rojo.
No se trata de una cuestión baladí. Nuestras vidas están en juego, como nuestra búsqueda eterna, infatigable y casi siempre infructuosa de la felicidad o nuestra necesidad innata de encontrarnos a nosotros mismos en mitad de este mundo inaprensible y extraño.
Pijamas verdes cuenta la historia de Marta, una joven que allá por 2009 comienza un máster en un hospital, junto a varios compañeros universitarios, con la aspiración de terminar convirtiéndose en cirujana. Dará comienzo así un convulso periodo de su vida en el que todo comenzará a resquebrajarse, desde su mundo sentimental amoroso, con la insospechada aparición de un amor no del todo correspondido, hasta su entorno familiar, que se verá afectado por una terrible tragedia que marcará un antes y un después en su vida.
Lo interesante es que la historia, narrada en primera persona y desde de un presente reflexivo, se va construyendo a modo de reflexión sobre todo lo que sucedió diez años antes y sobre cómo esto acabó transformando su vida para siempre. Se trata, por lo tanto, de un viaje introspectivo, aunque con pinceladas de comedia romántica rollo Young adult.
En lo formal, Leena H destaca en esta obra por su extraordinario uso del lenguaje: cercano, moderno, preciso, descriptivo, riquísimo en detalles y matices; lenguaje con el crea una narrativa repleta de numerosos dardos de fina ironía y magistrales intromisiones en segunda persona del plural por su parte. Además, su prosa brilla de manera especial en las descripciones de ambientes y en la construcción de los numerosos diálogos. Esto, unido a la impresionante caracterización de los personajes, ricos en matices, provoca una experiencia inmersiva en el lector, algo que puede parecer fácil de hacer, pero que solo consiguen algunos privilegiados maestros de las letras.
Interesante la reflexión transversal que vertebra la obra y que anticipa la autora en la introducción: esos momentos esenciales que marcan un antes y un después en nuestra deriva existencial, que cambian por completo nuestra vida, y que, aprehendidos desde la posteridad, nos ayudan a comprender cómo se han desarrollado los acontecimientos posteriores y por qué somos lo que somos. «Cada encrucijada del camino marca nuestro futuro caminar», dice en cierto momento. Cuánta razón. Claro, a posteriori es fácil repensar lo sucedido y proponer posibles escenarios alternativos, pero el pasado no se puede corregir, y ese ejercicio, realmente, es fútil. Sí, se suele argumentar que por ese motivo, precisamente por eso, hay que vivir cada momento como si fuese el último, pero esto no es fácil, y, como dice la protagonista de esta obra en un momento determinado de la trama —que no pienso desvelar—, «¿quién sinceramente vive así? ¿Quién no se deja arrastrar por los días y las rutinas?».
«Era extremadamente feliz y no lo sabía”, comenta en primera persona la protagonista de esta novela. Es curioso, pero en estos últimos meses de confinamientos, temores, dudas y terremotos víricos, he escuchado varias veces esa misma idea. Y quizás sea ese uno de los grandes problemas de estos Homo sapiens postmodernos en que nos hemos convertido: no darnos cuenta de que somos felices. ¿Acaso puede haber tragedia existencial mayor? Por eso, entre otras cosas, el infierno somos también nosotros…
Además, Leena H nos ofrece algunas certeras reflexiones sobre ciertos temas que, por cotidianos, no solemos tener en cuenta; por ejemplo, la diferencia que sigue habiendo, pese a todo, a la hora de analizar las relaciones sexuales de cada género: a las mujeres no se les juzga del mismo modo que a los hombres. Ellos parecen tener derecho a una libertad sexual plena, pero ellas, en cambio, siguen siendo juzgadas por ello. Otras lecturas: cómo nos afectan las malas noticias, dependiendo de nuestro carácter y de nuestro poder para controlar los instintos más primitivos; o la capacidad que tenemos, unos más que otros, para adaptarnos a los envites que nos da la vida, ya sea con resignación y conformismo, o con rebeldía y pasión; o la valentía que muchos sacan cuando deben tomar decisiones radicales que pueden cambiar su vida.
En resumidas cuentas: una obra divertida, fresca y muy fácil de leer, pero llena de mensaje, sentido y sensibilidad. Muy recomendable.