Una buena novela es la suma, estudiada o fortuita, de varios ingredientes que, mezclados como si se tratase de una receta alquímica, hacen digno aquel viejo axioma de que el total no es igual a la suma de las partes. Todo influye, pero, además de una correcta construcción de los diálogos, una dosificada carga descriptiva y la siempre necesaria capacidad para generar intriga, es imprescindible una buena estructura que permita expresar a la perfección lo que se quiere contar. Debe ser, salvando las distancias, como uno de esos puzles de miles de piezas que, al formarse, permiten visualizar, por fin, la imagen prevista. En eso, entre otras cosas, consiste el noble arte de fabricar ficciones.
Parece fácil, pero no lo es. Para nada. Cada mes se publican cientos, o miles, de novelas, pero muy pocas consiguen dar con la combinación perfecta de todos esos ingredientes. Poco, pero pasa. Y esto pasa con la brillante novela Tiempos difíciles, del autor Carlos Sampedro, publicada recientemente por Editorial Círculo Rojo. Es brillante porque su autor, además de contar una historia apasionante y compleja, lo hace con un sentido del ritmo y de la estructura que hará las delicias de todos los lectores que sepan apreciar la buena literatura y los nuevos talentos. Porque esa es la primera sorpresa que uno se puede llevar con esta obra: su autor es novel, lo que hace aún más meritorio su trabajo.
La novela narra en dos tiempos la historia del doctor Alejandro Salazar, Sandro, un médico rural gallego que, en la vejez, hacia 1995, debe enfrentarse a los recuerdos de un pasado que se empeña en regresar y a algunos importantes asuntos pendientes que parecían olvidados; a la vez que cuenta en primera persona su experiencia durante la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial, y se detallan los acontecimientos que condujeron a la trama posterior. Se trata, por lo tanto, de una narración que abarca cincuenta años de la vida de su protagonista, que conducirá a un sorprendente desenlace que, como comprenderán, no puedo revelar.
Hay que reconocer a la ágil pluma de Carlos Sampedro cómo va alternando las historias paralelas que componen esta historia, jugando con el espacio y los tiempos, con la firme pero contundente idea de ir construyendo poco a poco, de forma dosificada, las tramas, las motivaciones y los perfiles psicológicos de los personajes, en especial del doctor Alejandro Salazar y sus némesis…
Como debe ser en una buena ficción, los personajes se van construyendo como un engranaje al que se le van agregando, poco a poco, dosificada pero insistentemente, nuevas piezas. Por si fuera poco, se trata de personajes riquísimos, complejos y poliédricos. Nuestro autor va aportando y construyendo poco a poco sus particulares historias y sus interrelaciones —muy endogámicas, al estar la novela ambientada, en parte, en una pequeña y rural localidad gallega—, y lo hace con calma, con la precisa intención de que el lector vaya empatizando de forma paulatina con ellos —o no— y consiga comprender sus pensamientos, sus intenciones y sus complejidades.
Estamos, por lo tanto, ante una novela de personajes, entre los que destaca sobremanera el omnipresente protagonista, pero también es una novela de espacios. Así, del mismo modo que construye a sus personajes con la fina y metódica precisión de un cirujano literario, Carlos Sampedro los enmarca a la perfección en sus contextos determinados.
Y todo esto sin olvidar el exquisito y metódico trabajo de documentación y de investigación histórica y literaria que el autor ha tenido que realizar para contextualizar las diferentes tramas de la novela, especialmente las ambientadas en el pasado —merece la pena destacar el realista y detallado retrato que realiza de las escenas en el frente ruso de 1942—. Además, este arduo trabajo permite al autor aportar numerosas y acertadas referencias históricas que sitúan al lector y le permiten contextualizar adecuadamente la compleja evolución de las diferentes líneas narrativas que se abordan en Tiempos difíciles.
Interesante que parte de la acción de la obra se centre en la no demasiado conocida historia de la División Azul, un grupo de unos 18000 soldados voluntarios que se marcharon a luchar contra los rusos comunistas durante la Segunda Guerra Mundial, tras un acuerdo de Franco con Hitler. Uno de estos voluntarios es el protagonista de la novela, que lo hizo tanto por el generoso salario que se pagaba como por un motivo más personal, ir a buscar a su padre, médico, que también formaba parte de aquella división. Por supuesto, no puedo desvelar si lo consigue o no. Para eso tendrán que leer Tiempos difíciles.
Además, determinadas subtramas de la obra permiten desarrollar algunas valiosas reflexiones. Por ejemplo, el sentimiento de culpa y las consecuencias que puede provocar en la vida de los que lo padecen. En este caso, se manifiesta en la relación entre el protagonista de la novela y su nieta, cuyos padres fallecieron, siendo esta una niña, en un accidente de tráfico mientras él conducía. No lo pudo superar, y aunque no fuese realmente su culpa, se siente responsable a pesar del paso del tiempo…
Esto guarda relación con uno de los temas que atraviesan transversalmente las páginas de este libro: el pasado, que, aunque pasado está, no para de condicionar el presente. Somos pasado.
En resumidas cuentas, una gran novela, construida a la perfección y que permite vaticinar un buen futuro como escritor a su autor, Carlos Sampedro. Habrá que estar atentos.
«Solía pensar que el mundo era perfecto, amigo mío».