En cierta ocasión, el dramaturgo Eugène Ionesco, uno de los grandes maestros de aquella maravillosa corriente conocida como «teatro del absurdo», dijo, o escribió, lo siguiente: «La libertad de la fantasía no es ninguna huida a la irrealidad; es creación y osadía». Libertad, creación y osadía. Esas tres palabras definen a la perfección la labor imaginativa y creativa de los buenos escritores de ficción, y aunque cuando hablaba de «fantasía» no se refería al género concreto, esas tres palabras también lo describen perfectamente. Libertad y osadía para romper con la realidad y crear mundos nuevos poblados por seres inventados. Y no sería un escape de la realidad, al menos no solo eso, sino trasladarse una nueva, o quizás, al modo del espejo esperpéntico de Valle-Inclán, una distorsión de nuestra propia realidad.
Dicho esto —perdonen la pedantería—, aquellas tres palabras también sintetizan lo que, al menos para mí, representa esta obra que pretendo reseñar hoy: El portal a Dosnaowe, una monumental novela de fantasía de la escritora alicantina K. Phylaso, recientemente publicada por la editorial Círculo Rojo, que hará las delicias de todos los amantes de este tipo de obras, grandes y pequeños, en la que se pueden apreciar influencias de algunos de los grandes de este género (desde Tolkien a C. S. Lewis, pasando por J. K. Rowling), aunque desde un primer momento brilla con luz propia y supone un claro soplo de aire fresco en este mundillo, quizás algo saturado en los últimos años. Lo podrán comprobar en cuanto lean sus primeras páginas.
Cuenta la historia de Ellesmera, una joven de dieciséis años que lleva seis viviendo en Narweng, un planeta mágico muy diferente de la Tierra, de donde procede, que fue poblada en tiempos remotos por habitantes exiliados de Narweng…
Allí está estudiando magia (en el nivel VI), y junto a ella hay todo tipo de seres: orcos, vampiros, demonios, sirenas, elfos, enanos, pegasos, hipogrifos, centauros, licántropos… y ángeles. Uno de ellos, aunque algo distinto porque tienes las alas negras, es Corvus, su mejor amigo, esencial en la trama.
Por otro lado está William Blackstone, un enigmático joven con el que tuvo una historia en el pasado… y con el que tiene una extraña vinculación que será de gran relevancia en el devenir de la historia. De hecho, será esto lo que le lleve a descubrir a Ellesmera que un colgante regalo de su familia es un portal «a algo paralelo», a Dosnaowe, donde vive y reina Ahdés, el dios elfo, junto a sus súbditos, los kyuri. Y de camino, descubrirá que nada es lo que parece, ni siquiera ella, y que todo lo que creía saber su familia no era cierto, ya que…
Y hasta aquí puedo leer. Como es lógico y comprensible, si quieren saber más, tendrán que adentrarse en las numerosas páginas de esta fantástica y épica novela. Solo les puedo comentar que la historia, trepidante y complicada en ocasiones, conduce a un alucinante final —epílogo incluido— que deja un montón de sendas abiertas para la trama continúe —esto, por supuesto, no es un spoiler, ya que el propio subtítulo del libro («Saga de los atemporales I») deja claro que la historia no termina aquí.
Ah, por supuesto, hay amor, pero…
Desde lo estrictamente formal, merece la pena destacar varios aspectos.
La autora desarrolla una prosa brillante, diáfana y fluida, así como un riquísimo vocabulario, impropio en ocasiones de la literatura de este género, además de inventar —como sí es más habitual— un buen número de palabras del lenguaje de los protagonistas —a partir de ahora, usaré la palabra «kargofs» a menudo…
En la literatura fantástica es muy importante —necesario, incluso— que el autor consiga crear una experiencia inmersiva que atrape al lector, de modo que sienta que realmente está viviendo la historia que se narra junto a los protagonistas. Para conseguirlo, además de cierta capacidad innata, existen ciertas herramientas. K. Phylaso las desarrolla todas a la perfección.
La principal, como es lógico, es la descripción de los ambientes y contextos por los que se desarrolla la trama. Además, es importante construir y describir de la forma más detallada posible a los personajes, tanto en su aspecto físico como en su mundo interior. K. Phylaso lo hace, y al contrario de lo que sucede a veces en algunas obras de este género, sus personajes no son planos ni maniqueos, sino ricos, complejos, poliédricos y muy desarrollados desde una perspectiva psicológica. La autora se preocupa desde un primer momento por hacernos ver qué piensan y sienten, por mostrar sus conflictos internos y sus contradicciones; de ese modo, no solo los entendemos mejor, sino que comprendemos por qué hacen lo que hacen.
Por último, para crear esta atmósfera inmersiva es muy importante ir dosificando la información que se da al lector, para que este, poco a poco, pueda ir formándose una idea de lo que está sucediendo y de cómo lo está haciendo. Esta autora lo hace también a la perfección, consiguiendo, además, crear suspense en el lector, y logrando así que este necesite seguir leyendo para comprender mejor lo que está leyendo. Esto es esencial para conseguir captar la atención de los lectores, especialmente de los más jóvenes, acostumbrados como están a lo inmediato, a lo breve, a lo fugaz. Piensen que el libro tiene más de 400 páginas. Pero, gracias a su capacidad para inducir intriga, y a que consigue desde el primer momento que los lectores empaticen con la protagonista de la obra, termina haciéndose corta.
Por otro lado, K. Phylaso se desenvuelve perfectamente en las escenas de acción, construidas casi siempre mediante coordinadas y yuxtapuestas, consiguiendo así hacer vibrar al lector, y acrecentando esa experiencia inmersiva de la que les hablaba antes.
Además, hay que destacar que la autora, muy al estilo de Tolkien, dota a su compleja historia de toda una mitología antigua (con ciertas reminiscencias de las tradiciones judeocristianas y grecorromanas), que es necesario entender para comprender mejor lo que sucede en el tiempo en el que se desarrolla la trama.
Otra cualidad, muy de agradecer y relacionada con esto último que les comentaba, es que se percibe un ingente trabajo previo de lectura por su parte, que se manifiesta en la obra en un buen número referencias a algunas culturas y cosmogonías mitológicas de la historia universal.
Si hay que poner algún pero, sería que la novela no termine y deje la puerta abierta a posteriores continuaciones. Sí, se entiende por lo colosal de la propuesta, pero fastidia tener que esperar para ver cómo continúa esta apasionante historia. Aún así, yo, al menos, lo haré.
En resumidas cuentas: una grata sorpresa, una hermosa aventura, una protagonista memorable, un mundo maravilloso y una novela absolutamente recomendable.