A todos los lectores nos pasa, incluso a los que nos dedicamos a este quizás innoble arte de escribir nuestras opiniones sobre lo que escriben otros. De vez en cuando perdemos temporalmente la fe, casi siempre después de toparnos con cinco o diez, o cien, novelas que no terminan de activar ese pequeño resorte que, sin que se sepa muy bien por qué, se activa cuando leemos algo que sí logra captarnos, hacerse con nosotros. Y cuando eso sucede, el texto en cuestión no se va de nuestra mente durante días, durante el tiempo que tardemos en terminar la obra que nos ha llevado a tal estado. Nos atrapa por completo, por el motivo que sea. Esa magia pasa poco, pero pasa, y es una sensación extraordinaria.
Pues bien, he de reconocerles que a mí me ha pasado con esta novela, Estrella del norte, del escritor Juan Modesto, publicada recientemente por la editorial Círculo Rojo; una mágica historia de amor ambientada en Irlanda a finales del siglo XVII que, como dice el propio autor, está «basada en los mundos ocultos de la ciencia y la fuerza ancestral del arquetipo». Y en efecto, así es, aunque no puedo desvelar en exceso qué quiere decir con esto. Solo ofreceré unas pequeñas pinceladas sobre los personajes principales y el arranque de las tramas.
Por un lado tenemos a Hans Quail, un médico galés, apuesto, caballeroso y educado, solitario y pensativo, con una historia trágica en su pasado, que vive con su ama de llaves, Frau Angred, una «bruja» alemana, gran conocedora de la medicina tradicional y ancestral, y de algunas artes paganas y esotéricas, con la que mantiene interesantes y filosóficas conversaciones.
Por otro lado tenemos a Alma, una inmigrante rusa que está a punto de perder la vida cuando el barco en el que viajaba, el Suzdal, naufraga frente a las costas de Irlanda. Curiosamente, poco antes, Frau Angred había recibido información de la llegada de Alma a sus vidas gracias a una güija y a los astros… Y en efecto, Alma, tras conseguir llegar a tierra firme, se convierte en la única superviviente y termina siendo atendida por el doctor Hans Quail, que no duda en hospedarla en su casa durante su recuperación.
Y por último, tenemos al narrador de la obra, un enigmático personaje al que vamos conociendo poco a poco, conforme se van desenvolviendo las respectivas madejas argumentales.
Y hasta aquí puedo leer. Sobra decir que no puedo comentar nada más de lo que sucede en las distintas tramas de esta poliédrica novela. Ya me gustaría. Solo puedo apuntar que se trata de una extraña pero preciosa historia de amor, con muchísimas aristas y lecturas, y con un desenlace que solo se puede definir como extraordinario y rompedor.
Pese a tratarse de la primera novela publicada por Juan Modesto, con tan solo leer unas pocas páginas se aprecia claramente una madurez literaria en el autor apabullante, contundente y, en parte, sorprendente —me atrevo a decir que se debe a que es un gran lector, ya que, además, muestra un evidente dominio del vocabulario—. Su prosa es tan rica y trabajada que puede llegar a parecerle excesivamente densa al lector menos entrenado, pero la capacidad del autor para conducir el flujo de información que ofrece y para provocar y propiciar el siempre imprescindible suspense —que invita al lector a continuar con la lectura por aquello de «ver cómo continúa la trama»—, hacen que todos los lectores terminen entregándose a la lectura. A ello ayuda la ingente cantidad de notas al pie explicativas que al autor introduce, generosamente, para comentar algunas ideas que lo merecen.
Sin duda, esa experiencia inmersiva se fortalece con las descripciones de los diferentes contextos en los que se desarrollan las distintas tramas en los distintos tiempos y, sobre todo, gracias a la perfecta construcción de los personajes: creíbles, complejos, con su propia historia personal —que nos va entregando en pequeñas dosis, como debe ser, para favorecer el «enganche» por parte de los lectores— y con trabajados mundos interiores. Gracias a esto, el lector consigue empatizar con ellos y entender sus motivaciones, sus aspiraciones y sus conflictos interiores. Esto puede parecer fácil, pero ni de lejos lo es. Les recuerdo que se trata de la primavera novela de este autor, que, sin duda alguna, tiene mucho que decir en adelante.
Ya para terminar, comentar que la obra está repleta de lugares, motivos e ideas procedentes de las tradiciones ancestrales irlandesas, sus festividades, sus creencias y su cosmovisión. Pero también de otras tradiciones religiosas, místicas, mitológicas e incluso esotéricas, como la astrología o el espiritismo, por citar algunas —el autor, también en esto, muestra un conocimiento tremendo de todas estas disciplinas, a la vez que se hace evidente un amplio proceso de documentación durante la escritura de la novela—.Ya me gustaría profundizar en esto, pero ya saben, no puedo desvelar en exceso el contenido de esta obra. Eso sí, del mismo modo, se trata de un libro profundamente reflexivo que invita al lector a detenerse brevemente y meditar sobre lo que está leyendo, casi siempre de forma velada. Sin duda, un valor añadido para esta excelente novela.
En resumidas cuentas, una ficción trabajadísima que consigue atrapar al lector desde el primer momento, que cuenta con una prosa memorable y que, además, invita a pensar y, sobre todo, a sentir. Totalmente recomendable.