En el vasto universo de las palabras, la poesía emerge como un faro que guía a los navegantes del pensamiento y la emoción a través de mares a menudo inexplorados. No es solo una forma de arte, sino que también es una suerte de entidad viva capaz de canalizar lo más profundo de las ideas, emociones y sentimientos de los artesanos que moldean con palabras.
Es un puente entre lo inefable y lo expresable, transformando lo ordinario en extraordinario y dando voz a lo que a menudo permanece callado; y esa es la capacidad extraordinaria que tienen los poetas, que muchos envidiamos, pues son capaces de aprender con sus versos fragmentos de vida, de emoción, de sentido y de sensibilidad, y convertirlos en arte; en un arte ancestral que sigue siendo, pese a todo, pese a estos tiempos convulsos donde todo es efímero, una herramienta vital para comprendernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea.
Un buen ejemplo lo tenemos en este precioso libro que pretendo reseñar, una antología poética titulada La corriente incesante del río, de Mariela Yúfera Sánchez, publicada recientemente por la editorial Círculo Rojo.
Se trata de una invitación en toda regla a explorar a su vera los rincones más recónditos de su existencia, desde los picos más altos de la felicidad hasta los valles más oscuros del dolor. Y claro, de camino, nos vemos reflejados como si de un espejo se tratase.
Cada poema es una ventana a un universo diferente, una invitación a un viaje donde las palabras son tanto el vehículo como el destino.
En estos poemas, encontramos la esencia de la vida en su estado más puro y sincero. Cada verso es una invitación a sumergirse en un río de emociones y pensamientos, donde la autora, con la destreza de una verdadera artesana de las palabras, teje una red que atrapa los momentos más íntimos y universales de la existencia humana. Aquí, el amor no es solo un sentimiento, sino un paisaje en constante cambio, una fuerza que se mueve con la corriente de cada día y cada noche, dejando a su paso una estela de luz y sombras.
El dolor y la alegría se entrelazan, mostrándonos que la belleza a menudo reside en la complejidad de nuestras emociones. Los poemas son como espejos en los que nos vemos reflejados, en los que nuestras propias historias encuentran un eco. Desde la pérdida y la nostalgia hasta el júbilo y la esperanza, cada página es un caleidoscopio de la experiencia humana.
Al leer La corriente incesante del río, nos embarcamos en un viaje introspectivo, una exploración de lo que significa estar vivo, amar, sufrir y, sobre todo, continuar fluyendo como el río que nunca se detiene. Este es un libro que nos habla directamente al corazón, invitándonos a reflexionar sobre nuestra propia vida, nuestros propios ríos y las corrientes que nos llevan adelante.
La lista de temas que Mariela Yúfera Sánchez trata es inabarcable, pero merece la pena reseñar algunos que están especialmente presentes. Por ejemplo, el autodescubrimiento reflexivo («me asumo en la mismísima verdad que me produce el sentirme yo misma»), el tiempo imparable que nos limita («somos lo que hacemos sin darnos tiempo a mejorar lo que somos»), la espiral emocional a la que conduce la melancolía y la náusea existencial («¿Y qué nos queda? Dime. ¿Acaso una nostalgia
dañada por el motivo del tiempo?»), la muerte y el recuerdo de los que ya no están (precioso el poema «RIP»), escrito en memoria de su padre, la terrible soledad no elegida («me siento con mis cosas, mis recuerdos, sola, hablando yo sola, a mí»), el omnipresente amor («es alcanzar con el bombeo del corazón tu sentir más íntimo y profundo. Y desear, reír, reírnos, reír»), la belleza y lo importante de lo cotidiano, la reflexión espiritual y/o religiosa o el dolor y la lucha.
Pero también reflexiona con sus versos sobre su propio arte, mostrando a sus lectores que la escritura, de algún modo, además de una fuente de autodescubrimiento, es una forma de liberación: «Cuando escribo soy yo soy yo. Son todas mis formas expuestas al exterior…, y siento hervir mi corazón, suicidando con lágrimas lo que llega a mi interior». Pero también desde la perspectiva del lector y en la respuesta emotiva o reflexiva que la poesía genera: «El poder de las palabras, el sentido que se les da, la necesidad de comunicarlas. Pensar. Sentir. Callar».
En definitiva, una preciosa obra, tan reflexiva como emocional, dotada de un poderoso simbolismo y de una imaginería vívida, y de una profunda y honesta sinceridad. Mariela Yúfera Sánchez, en un tremendo acto de generosidad, nos abre su alma de par en par, y de camino nos invita a que lo hagamos nosotros.
Están tardando en hacerse con un ejemplar de La corriente incesante del río. No se arrepentirán.
Pero, ojo, no es fácil. A veces duele, como suele pasar con la buena poesía.
Pero, sin duda, merecerá la pena.