Los antropólogos han dejado desde hace muchas décadas que los cuentos infantiles, tradicionalmente orales, tienen una importancia extraordinaria tanto a nivel individual como para la sociedad en su conjunto, aunque en el mundo actual occidental su poder se ha diluido en gran medida. Y esto es así porque los cuentos funcionan como un perfecto mecanismo para la transmisión de conocimientos, reflexiones y valores. Esto no es nada nuevo, claro está. Desde la más remota antigüedad se usaron las narraciones mitológicas para provocar o transmitir ideas de forma sencilla y, sobre todo, intuitiva. El filósofo griego Platón, por ejemplo, lo tenía claro, y utilizó narraciones míticas para explicar conceptos complejos —sirvan como ejemplos su famosísimo Mito de la Caverna o el Mito del Auriga, con el que pretendía explicar las partes del alma—. El propio Jesús de Nazaret utilizó pequeñas historias, sus famosas y originales parábolas, para explicar a sus discípulos algunas de las ideas que quería transmitir.
Claro está, se trata de narraciones diferentes, pero todas comparten la idea de que se puede transmitir ideas complejas mediante historias ficticias sencillas.
Eso es, precisamente, lo que podemos encontrar en este bonito cuento infantil, Las aventuras de Gamalier, del autor Luis Carrasco, publicado recientemente por la Editorial Círculo Rojo, una obra sencilla y humilde; pero es precisamente en su sencillez donde está la clave del extraordinario mensaje que encierra.
Cuenta la historia de Gamalier, un camaleón extraterrestre que vive en una galaxia muy pero que muy lejana y que se dedica a recolectar chatarra especial por el espacio interestelar, viajando por todos lados con una nave que él mismo se había fabricado. Pero Gamalier estaba muy solo. Los de su especie le consideraban un tipo raro.
Un buen día, durante una de sus excursiones se encontró con los restos de una nave que había sido atacada, en cuyo interior halló a un humano moribundo que le pidió un favor: llevan a una niña de cinco años, Emma, que también estaba entre aquellos restos ruinosos, al planeta Tierra, donde vivían sus padres. ¿Por qué? Por algún motivo que conoceremos más tarde, unos malvados seres humanoides, dirigidos por un megalómano villano, andan buscando también a la niña.
Y hasta aquí puedo leer. No es mi intención, por supuesto, desvelar en exceso nada de lo podrán leer en esta obra. Es suficiente con decir que, detrás de esta bonita historia, podrán encontrar un canto a la diferencia, a la defensa de lo que realmente somos, a la empatía necesaria para comprender que del mismo modo que nosotros queremos en libertad, los demás están labrando su propio camino, y para entender que todos erramos en ocasiones y que el perdón es una medicina social perfecta.
Además, este breve cuento nos habla de lo importante que es enfrentarse a nuestros propios miedos para romper las cadenas que nos impiden ser lo que realmente somos y realizar lo que queremos realizar.
Por otro lado, cuenta con unas geniales ilustraciones, que otorgan un valor añadido a la propuesta; propuesta que, ojo, no concluye aquí, ya que la historia continuará en futuras nuevas entregas de Las aventuras de Gamalier.
En resumidas cuentas, una obra tan entretenida como recomendable.