Realizar esta reseña ha sido especialmente emotivo y doloroso para mí. Por un lado, por mi propia experiencia personal, ya que tengo un familiar cercano que vivió una tribulación similar a la que narra con pelos y señales el autor de esta obra, y que no se ha recuperado tan bien como él; por otro, porque da miedo pensar lo desatendidos que estamos los ciudadanos ante este grupo de dolencias que se pueden englobar dentro del concepto «daño cerebral» y que afectan cada año a miles de personas solo en nuestro país.
La obra en cuestión se titula Seis años de lucha, ICTUS, y es la crónica personal, escrita en primera persona, de Francisco de Querejazu, un bilbaíno mayor que decidió narrar su experiencia con un doble fin: «Ayudar a todos los que han tenido un ictus, a los que lo pueden tener próximamente o en el futuro, y, por supuesto, también a sus familias» y aportar «una serie de informaciones PRECIOSAS y muy útiles para poder afrontar la enfermedad en un país como España». Sin duda, lo ha conseguido.
Francisco, que se considera «un tío con suerte», sufrió un ictus en agosto de 2014 —aunque dos años antes había tenido varios de menor gravedad—. Recuerda todo porque permaneció consciente en todo momento, aunque no podía comunicarse. De hecho, su narración de esos primeros momentos es tremenda, realista y cruda, pero también con un notable sentido del humor —una característica sorprendente que se repite a lo largo de la obra.
Consigue recuperarse gracias a la rápida intervención de los sanitarios, pero al poco tiempo le volvió a repetir el infarto cerebral, en la misma zona y con el mismo tamaño, que sí tuvo consecuencias: perdió la movilidad de toda la parte derecha del cuerpo, aunque no el habla. Y a partir de ahí comienza la verdadera odisea de Francisco, cuando tuvo que enfrentarse a un largo y complicado proceso de rehabilitación lleno de sinsabores y barbaridades, pero también de alegría y esperanza. Gracias a su esfuerzo y a su extraordinaria fuerza de voluntad, pero también al buen hacer de algunos excelentes profesionales que encontró en su camino, consiguió recuperarse en buena medida en pocos años.
Merece la pena leer su detallada crónica. Sin duda, si se atreven, y deberían hacerlo, no solo les llevará a empatizar con él, sino que se tomarán en serio lo importante que es evitar un accidente cerebro-vascular de este tipo. Además, aprenderán qué hacer en un caso así, tanto si se es el paciente como un familiar.
Francisco tuvo la suerte de tener una situación económica holgada que le permitió afrontar los enormes gastos que conlleva acudir a la sanidad privada para el largo y arduo proceso de recuperación. Pero, claro, no todos pueden, y, por desgracia, la Seguridad Social no atiende correctamente este tipo de dolencias, ni mucho menos lo más complicado, la rehabilitación. De ahí que desarrolle en esta obra un buen número de críticas tan contundentes como necesarias sobre la sanidad pública española, en especial sobre el ramo de la rehabilitación. Por ejemplo, comenta que los fisioterapeutas en Huelva, en aquella época, cobraban solo 830 euros al mes; y en Madrid tan solo 1050. Con esos sueldos, como es lógico, los profesionales no se pueden encontrar nunca motivados. Pero más grave aún es un hecho que no muchos conocen y que es especialmente trascendental: la Seguridad Social solo cubre seis meses de rehabilitación para pacientes con daño cerebral. Y cuando este periodo termina, dan por hecho que el paciente es incurable. ¿Cómo es posible esto? Así es, y las consecuencias son devastadoras, como pueden imaginar. Y, como suele pasar, son las personas menos favorecidas las que, por desgracia, se ven abocadas a un triste desenlace de este tipo.
«La medicina en nuestro país destina enormes cantidades de dinero en salvar vidas, con carísimos equipos de cirujanos, ope¬rando durante horas… Pero una vez que se ha salvado la vida, EL SISTEMA no piensa en absoluto en los costos para la sociedad de los minusválidos que quedan por el camino por el daño cerebral».
En resumidas cuentas, una obra extraordinaria, perfectamente redactada, contundente, crítica, pero también muy emocional. Además, cumple a la perfección con su objetivo de funcionar como guía para pacientes y familiares de afectados de daño cerebral, y con su otro objetivo: exponer las vergüenzas del sistema sanitario público español, al menos en o que toca a este tipo de enfermedades y a su rehabilitación.
Total y absolutamente recomendable. Ojalá lo leyesen los políticos y se preocupasen por algo que afecta a gran parte de la ciudadanía.