Sí, la fantasía épica es un género que ha sido sobrexplotado en los últimos años, pero ni pasa de moda ni se agota, ya que de vez en cuando aparece alguna obra que sacude sus cimientos, refresca las temáticas y contribuye a acabar con el prejuicio casi extinto de que este género, como la ciencia ficción o el terror, pertenece a una clase inferior de la literatura —aún hay algunos esnobs que lo defienden, pero tampoco hay que hacerles mucho caso—. Sin duda, esta obra que nos ocupa, Sin tierra ni patria, del autor Eduardo Noriega Seijas, recientemente publicada por la editorial Círculo Rojo, supone una grata sorpresa para los fans del género, que lo pasarán en pipa si se animan a leerla, y un extraordinario descubrimiento para los lectores en general.
Se trata de una trepidante aventura que se desarrolla en un mundo fantástico llamado Homeria, en el «año 3469 tras la Gran Caída». Los protagonistas son un grupo de viajeros compuesto por el guerrero y mago Cordel de Braas, la joven Anna, el trovador Lenn y el perro Dominó. No sabemos muy bien cómo se han conocido —los acontecimientos, suponemos, se narran en la primera entrega de la saga, Todos los días muere alguien—, pero sí que huyen del conde Frey Mongaut, que les acusa de traidores; este está enfrentado al duque Martín Ferrison en una cruenta guerra que asola Homeria, gobernada en aquella época por el rey Ludovido.
Cordel, Anna, Lenn y Dominó van en busca de un anciano médico ambulante, el Viajante, y de un enigmático libro conocido como el «Libro Lacre», aunque Anna aún no conoce el motivo real de su deambular. Y hasta aquí puedo leer. Este es el punto de partida del sinfín de aventuras que el grupo de fugitivos protagonizará en su huida y en su búsqueda, en una historia compleja, coral y monumental que desarrolla a lo largo de más de 500 páginas. Ya saben, si quieren saber más, tendrán que hacerse con un ejemplar de Sin tierra ni patria.
En primer lugar, es importante aclarar que, pese a tratarse de la segunda entrega de una saga, se entiende a la perfección y no se echa en falta información de ningún tipo. O quizás sí, pero nada que sea necesario para entender la obra.
Como suele ser habitual en el género, el autor sitúa la acción en un mundo totalmente creado por él, Homeria. Pero lo hace con asombroso y monumental grado de detalle. No solo conocemos su historia y su geografía, gracias a las elaboradas descripciones que nos ofrece, sino también su estratificación social, su zoología —amplia y variada, repleta, como no, de seres fantásticos—, su división del tiempo, su climatología, su gastronomía, sus creencias, sus desigualdades e, incluso, sus hábitos de ocio. Un detalle importante y que siempre es necesario agradecer, es la inclusión al final de un nutrido grupo de apéndices explicativos que ayudan a comprender mejor la narración y a aprehender con más precisión el complejo mundo creado por Eduardo Noriega Seijas —especialmente los mapas—. Además, la obra está repleta de notas al pie explicativas.
Todo esto contribuye a crear una atmósfera inmersiva para el lector, algo imprescindible en una obra de este género.
También merece la pena destacar el genial trabajo que ha realizado el autor a la hora de construir los numerosos personajes que habitan esta novela. Se trata de personajes con una historia personal y con una evolución marcada, nada maniqueos, complejos, poliédricos y muy creíbles. Además, el autor se esfuerza en exponer su mundo interior, sus motivaciones, sus secretos, sus sentimientos y sus aspiraciones. En definitiva, personajes alejados de los típicos estereotipos y clichés del género, aunque siempre dentro de la arquetípica estructura del héroe (o los héroes) frente al villano (o los villanos).
Por otro lado, desde una perspectiva puramente formal, destaca la capacidad de la autora para crear el necesario e imprescindible clímax, característica esencial de la novela negra. Lo hace, como es habitual, dosificando la información y creando tramas paralelas, atrapando al lector en una espiral, a veces desasosegante, de la que no podrá salir hasta terminar el último párrafo de la última página. Ya lo dijo el maestro Julio Cortazar: «Una novela no me dará jamás la idea de una esfera; me puede dar la idea de un poliedro, de una enorme estructura». Hay que reconocer a la ágil pluma de Eduardo Noriega Seijas como va alternando las historias paralelas que componen esta historia, jugando con el espacio y los tiempos, con la firme pero contundente idea de ir construyendo poco a poco, de forma dosificada, las tramas, las motivaciones y los perfiles psicológicos de los personajes.
En resumidas cuentas, una obra de fantasía y de aventuras trepidante y apasionante. Una obra monumental y compleja, a la par que dinámica, entretenida y sensacionalmente construida. Lo tiene todo para triunfar. Y además, debe continuar, ya que la saga no concluye aquí…