En cierta ocasión, Charlotte Brontë, autora de Jane Eire, dijo: «escribo porque no puedo evitarlo». O quizás lo escribió. Sí, seguramente lo escribió. No sé con qué intención lo hizo, pero siempre me ha gustado pensar que era el reflejo de una pulsión. «Escribo porque tengo que hacerlo»… «Escribo porque es lo que sé hacer». Quizás quería decir esto.
Sea como fuere, después de leer, y de releer, Crónicas de la ría: los relatos del tío Daniel, me he acordado de aquella frase de la Brontë. Y creo, o quiero creer, que su autor, Reka Refojos, escribe porque no puede evitarlo, porque le sale de adentro, porque tiene que hacerlo, porque es lo que sabe hacer.
Le sale de adentro. Eso es lo primero que el lector percibe tras adentrarse en las aguas inquietas de esta recopilación de relatos que más bien parecen pequeños bocados de realidad, pequeños bocados de la realidad de su autor. No quiero decir con esto que se trate de una obra autobiográfica. No lo sé, quizás, seguro que en parte sí. Quiero decir, más bien, que se trata de una recopilación de relatos robados a la realidad, sean o no reales. Estoy seguro de que Reke Refojos, como todo buen escritor de mentiras y verdades literarias, ha escrito todos estos relatos como consecuencia de un encuentro fortuito con algo que le he activado la inspiración. El buen escritor es aquel que no busca a las musas, sino que se las encuentra, casi siempre, en los lugares más insospechados. En la barra de una taberna, conversando con el tío Daniel; sentado en la plaza de un pueblo mientras las campanas tocan a muerto o en el sofá de su casa mientras en las noticias el mundo arde y nadie parece hacer nada; mirando como las olas se suicidan en las blancas arenas de la playa de Castiñeiras u ordenando el dichoso desván de nunca acabar que nunca se ordena; esperando a que la máquina de café del banco le sirva su pedido, a la sombra del árbol que cobija, de mutuo acuerdo, a la Ermita de San Roque, o mirando los restos del incendio de una fábrica…
Se trata, en resumidas cuentas, de una propuesta sensacional. Además, Reko Refojos consigue con esta obra, Crónicas de la ría: los relatos del tío Daniel, algo muy difícil y que tanto al prologuista de esta obra, Joaquín Rodríguez, antiguo miembro de Los Nikis, como al autor de esta reseña, nos ha encantando. «Te quedas con ganas de más». Alguien dijo alguna vez que una buena película es aquella que no quieres que termine, cuando se ve por primera vez, y que esperas que termine de otra manera cuando se vuelve a ver. Eso pasa con casi todos los relatos de esta brillante antología. Tienen vida propia. Tantos los relatos como los vivos personajes que por ellos deambulan. Quieres saber más y en algunos casos hasta da rabia que no sea así, y te acuerdas del autor y le reprochas, en silencio —o no—, que no se haya extendido un poco más.
Quizás sea injusto, pero hay un relato que especialmente me ha tocado la fibra, un relato que habla del encuentro que unos chavales, allá por el cada vez más lejano 1976, tuvieron con un objeto volante no identificado, después de disfrutar en el cine con una buena ración de hostiones de Bud Spencer y Terence Hill —dado que no podían disfrutar de los encantos de la Pili y la Nenu—. Si el lector se anima y se hace con esta magnífica antología, me dará la razón. Este relato describe a la perfección lo que ha conseguido Reko Refojos con esta obra: que nos veamos a nosotros mismos escondidos entre sus letras.
En definitiva, una deliciosa obra que hará las delicias de todos aquellos niños adultos que añoran con nostalgia los tiempos que se fueron y que nunca volverán; solo, quizás, a través del arte y el talento de los escritores y los artistas. Gracias a ellos, de vez en cuando, nos podemos reencontrar con nosotros mismos, con aquellos niños que fuimos, con aquellos niños que, leyendo estas páginas, volvieron a ser.
Biografía:
Recaredo Refojos, Reka (Cangas de Morrazo, 1960). Profesionalmente, deambuló por el mundo de la banca durante más de treinta años. Fue vendedor de casi todo, casi, desde enciclopedias, allá por los años 80, hasta seguros, ozono o pastelería industrial. Actualmente dedica todo su tiempo a personas dependientes y de la tercera edad. Ha publicado alguno de sus relatos en el periódico La Verdad y la revista Valencia Escribe —ambos en formato digital— de la mano de sus amigos Jorge Martínez y Rafael Sastre. En el año 2016 ganó el II concurso de relatos de La Ñigasa, en Anna, Valencia.