Lo que plantea Mª Pilar Garcés Mateo, autora de Hilos de sabiduría, una filosófica y espiritual obra recientemente publicada por la Editorial Círculo Rojo, es que solo con los ojos del corazón se pueden captar las señales que el Universo —con mayúsculas— nos envía. Solo así, conseguimos aprender y aprehender la verdad.
El objetivo final, la meta —aunque, como bien dice la autora, «el camino es la meta»—, es tomar conciencia de lo que somos, de nuestro ser real, y expandirnos, gracias al conocimiento, a la gnosis de la que hablaban los antiguos sabios. ¿Cómo conseguir este objetivo? Caminando. Ya lo dijo el poeta: «se hace camino al andar, al andar se hace camino, y, al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar». De eso se trata, de hacer camino para cumplir el objetivo. Pero el camino no es fácil.
En primer lugar, tenemos que entender que nuestro camino en construcción y en dirección hacia esa meta —que no es otra que el propio camino— se cruza con otros caminos. De ahí una norma incuestionable: el respeto hacia el otro, hacia aquel, hacia ellos, hacia los otros buscadores de la verdad.
En segundo lugar, tenemos el enemigo en casa. Lo primero que tenemos que hacer para evitar que el camino se tuerza es liberarnos de las cadenas que nosotros mismos nos hemos puesto y quitar la venda de los ojos del corazón para que este pueda ver la verdad. Es un trabajo interior de autoconocimiento y autoliberación. Tenemos que aprender a vibrar de otro modo para convertirnos en personas felices. Tenemos que evitar que la desmotivación tome las riendas y que la desconfianza ocupe el trono. Es decir, tenemos que aprender a confiar, a compartir responsabilidades, teniendo en cuenta siempre que formamos parte de una estructura mayor que, pese a otorgarnos el libre albedrío, a la vez, marca nuestro devenir, nuestro sino. «Soltad el control», escribe Mª Pilar Garcés Mateo, y razón no le falta, aunque también matiza que no se trata de convertirse en temerarios. Al contrario. No se trata de no tener control, sino de aprender que a veces no depende de nosotros y que la razón no siempre puede ayudar. Puede más la intuición.
Soltar el control y aplaudir la locura; la locura bien entendida, claro. Esa que facilita la inspiración, la creación y la alegría. La locura de los niños. Y sí, esto implica, como también dice esta autora, practicar el vacío de mente, es decir, liberarnos de nosotros mismos, «ese salto cuántico necesario de conciencia».
Por otro lado, en esta apología de la vida y de la verdad, hay que estar atento a las oportunidades que el Universo nos brinda. Llegan todos los días y a todos por igual, y hay que ir a por ellas, sin miedo, sin temblar, sin dudar, con la firme convicción de que «la vida es una celebración permanente» si andamos despiertos y atentos.
Además, las propuestas de Mª Pilar Garcés Mateo, sin llegar a adentrarse por complicados caminos teológicos y ontológicos, tienen mucho de espiritual, pero también de religioso —en el buen sentido de la palabra—. En Hilos de sabiduría deja claro que esta vida no es la única vida. «Lleváis mucho tiempo, prácticamente toda una eternidad, siendo uno y siendo otro, el mismo en esencia, pero no en espíritu». Esto se debe a que Alma, Ser y Espíritu, según esta pensadora, no son exactamente lo mismo. El Alma es el registro, el archivo, el disco duro, en el que se han ido guardando nuestras experiencias a lo largo de las vidas; el Espíritu es el soplo de la vida, el milagro; y el Ser «es el gran océano que nos contiene a todos». La conjunción de esos tres elementos es el yo, el nosotros. Y lo que nos diferencia es nuestra vibración.
«¿Te has preguntado alguna vez quién eres tú? Comienza a preguntártelo, empieza por ahí y seguidamente, pregúntate cuál es tu misión, porque para eso has venido, para cumplir tu misión.»
En resumidas cuentas, el trabajo que plantea Mª Pilar Garcés Mateo es un trabajo individual e interno. Solo así se puede cambiar al individuo y solo así se puede cambiar la sociedad. No hay retorno colectivo al Edén. Y no, no es un libro de autoayuda, aunque proporcione, o pretenda proporcionar, herramientas que nos ayuden a ayudarnos a nosotros mismos. Puede resultar paradójico, pero es así. No se trata de seguir un manual. No está escrita la receta. Se trata, en pocas palabras, de darse cuenta de qué somos.