Como el propio autor, Rafael S. Morla, explica en el prólogo de esta obra, Saunatopía, Mariconería y domesticidad en un rincón caribeño, estos relatos están fuertemente influidos por el pensamiento filosófico de Paul B. Preciado, un filósofo de Burgos que en los últimos tiempos ha publicado varios ensayos relacionados con la Teoría Queer, el sexo y el género. Obras como el imprescindible Manifiesto contrasexual (2002), Pornotopía; arquitectura y sexualidad en Playboy durante la guerra fría (2010) o la más reciente Un apartamento en Urano; crónicas del cruce, en la que describe cómo fue su proceso de transformación de Beatriz a Paul B. Una pequeña cita de esta última obra nos puede ayudar a entender sus planteamientos: «Mi condición trans es una nueva forma de uranismo. No soy un hombre. No soy una mujer. No soy heterosexual. No soy homosexual. Soy un disidente del sistema sexo-género. Soy la multiplicidad del cosmos encerrada en un régimen epistemológico y político binario, gritando delante de ustedes. Soy un uranista en los confines del capitalismo tecnocientífico».
En Pornotopía, por ejemplo, se le daba mucha importancia a la relación entre el espacio y las personas. Es decir, el lugar en el que estamos, nos influye y nos reconstruye. Por lo tanto, el uso y el modo de los espacios arquitectónicos contribuyen a moldear tanto al individuo como al colectivo. Ya lo dijo el gran Michel Onfray en su Antimanual de filosofía, donde analizaba, entre otras muchas cosas, por qué los institutos tienen diseños similares a las prisiones. Del mismo modo, Rafael S. Morla, el autor de esta Saunatopía, recientemente publicada por la Editorial Círculo Rojo, se plantea una serie de cuestiones sobre las saunas para homosexuales: «¿Un parque de temática sexual para maricones tercermundistas? ¿Un Disney World gay? ¿Era un residuo farmacopornográfico (Preciado) del capitalismo neoliberal».
Así, las saunas, la Sauna Paco, para ser exacto, se convierten en el leit motiv, en el nexo de unión y, a la vez, en el punto de fuga de esta interesante propuesta por la que desfilan algunos personajes grandísimos, como la Viuda Negra, la generosa Chiguetera —«luces, humo, leche»—, Rebeca Caracortada —«Me morí»—, Juanita, o el espíritu de la Traganta —«tenía la capacidad de desencajar su quijada y engullir tres penes de ocho pulgadas cada uno al mismo tiempo».
De este modo, Rafael S. Morla, mediante un buen número de truculentas y geniales historias, reflexiona sobre el mundo gay, el sexo, la construcción social de los géneros, la libertad o las creencias religiosas. Y lo hace con una riqueza de vocabulario pasmosa y una versatilidad reflexiva que es de agradecer. Pero sí, nos encontramos ante una obra agresiva, en el buen sentido de la palabra, contundente y diáfana.
Filosofía a martillazos, que diría Nietzsche.
Provocadora, sí, pero es que las mentes adormecidas y hastiadas solo se despiertan a cañonazos, enfrentándose a sí mismas, a lo que son y, sobre todo, a lo que creen ser. Evidentemente, no es un libro para todos los públicos, no porque esté contraindicado para algún sector de la población, faltaría más, sino porque no todo el mundo está preparado a estos guantazos de realidad ni a estas reflexiones en forma de cuento sobre lo que somos o lo que creemos ser. Estamos, por lo tanto, ante una obra tan recomendable como genuina, una obra que hará las delicias de todos aquellos lectores que apuesten por formas de literatura libres y contemporáneas.
Si tuviese que escoger un relato de esta explosiva antología, me quedo con dos, dos que, además, van seguidos: el genial Ratas de laboratorio y el brutal monólogo Marico-Machismo —«No soy el único pájaro feo que existe»—; ambos escritos con una destreza y un talento proverbial.
«La vida es una ficción, hay que vivirla como tal».