En cierta ocasión, Paul Auster, uno de los maestros más influyentes e interesantes de las letras contemporáneas, dijo: «Los escritores somos seres heridos. Por eso creamos otra realidad». O quizás lo escribió. Sí, seguramente lo escribió. No sé con qué intención lo hizo, pero siempre me ha gustado pensar que era el reflejo de una profunda actividad introspectiva. «Escribo porque tengo que hacerlo, porque solo así se cura la herida»… O quizás quería decir que escribía porque no tenía más remedio, porque es lo único que podía hacer para soportar su realidad: crear otra realidad.
En cualquier caso, tras leer, y releer, Una mariposa en el café, la sensacional antología de relatos de la autora Mar Echenique, recientemente publicada por la Editorial Círculo Rojo, me he acordado de esto que escribió, o dijo, el bueno de Auster, porque creo que Echenique, al igual que el de New Jersey, escribe porque no puede evitarlo, porque es lo que mejor sabe hacer. O no, quizás se deba a su formación como psicóloga, formación que implica sentir, al menos, una gran curiosidad por el comportamiento humano, no siempre fácil de entender y muchos menos de prever.
Esto es lo primero que el lector puede concluir tras finalizar este brillante muestrario de narrativa breve: todos y cada uno de estos relatos muestran diferentes aspectos de esa generalización precipitada que llamamos «ser humano». Unos, como Café solo —una complicada trama de amoríos culpables y asesinatos— o Vestido blanco —la triste historia con «final feliz» sobre lo rastrero que llegamos a ser cuando hay herencias y dineros de por medio—, giran sobre los aspectos más turbios y siniestros de la conducta humana, sobre lo que somos capaces de hacer cuando nos dejamos arrastrar por las pasiones y el egoísmo y cerramos la puerta a la razón y a la justicia. Otros versan sobre el alto precio que se suele pagar por la coherencia y la honestidad, como Un barco en el puerto —una historia sobre el exilio y el abandono durante (o tras) la Guerra Civil— o La primera semana —el drama de un hombre al que detienen porque prefiere quedarse con su mujer y con su hijo recién nacido durante el primer aniversario de la victoria franquista—. Algunos de estos relatos tratan, simplemente, de la vida gris, anodina y sin aristas que muchos de nosotros, pecadores, vivimos y sobrevivimos sin ni siquiera tomar conciencia de ello, como Nunca se sabe —una historia de vidas cruzadas en el metro— o Júbilo —la triste comedia de una gris funcionaria de la administración durante su último día antes de jubilarse—. Incluso hay algún relato sobre la maternidad, como Al otro lado del mundo — la historia paralela de una madre soltera china que es abandonada por el padre de la criatura, y de una mujer española que, tras separarse de su marido después de muchos años, decide adoptar a una criatura—, y otro sobre el poder del pasado y la nostalgia en nuestras vidas, como Sonata cíclica en cuatro movimientos, un extraño cuento sobre casas abandonadas en el que Mar Echenique da muestra de una de las principales características de su hábil pluma: su habilidad para navegar entre géneros y estilos literarios diversos.
Pero mis dos relatos favoritos de Una mariposa en el café, aun a riesgo de pecar de injusto, son La base y Fragmentos. El primero es una brillante y conmovedora distopía cifi ambientaba en un futuro indeterminado en el que ya no existe la música ni la poesía y en el que a la gente «contaminada por el romanticismo del mundo antiguo» se le considera subversiva y peligrosa. El otro, Fragmentos, es una historia brutal que prefiero no spoilear, pero que, les puedo asegurar, deja al lector en estado de shock. En especial, este último relato merece la pena porque está escrito en segunda persona, una voz literaria que resulta tremendamente difícil de conseguir con eficiencia y calidad. Mar Echenique lo consigue, y con nota.
Alguien dijo alguna vez que una buena película es aquella que no quieres que termine cuando se ve por primera vez, y que esperas que termine de otra manera cuando se vuelve a ver. Eso pasa con casi todos los relatos de esta brillante antología. Tienen vida propia. Tantos los relatos como los vivos personajes que por ellos deambulan. Quieres saber más y en algunos casos hasta da rabia que no sea así, y te acuerdas de la autor y le reprochas, en silencio —o no—, que no se haya extendido un poco más…
Más sobre el libro: https://editorialcirculorojo.com/una-mariposa-en-el-cafe/