Esta es la historia, ficticia, o no, de Zach Wood, un joven adolescente de Canadá que, tras el suicidio de su hermano, Noah, se vuelve irascible y agresivo, hasta que conoce a Roger, un terapeuta que le invita a escribir acerca de su vida. Y en esto consiste Zach Wood, la sensacional obra que la escritora Andrea Sayago publicó recientemente en la Editorial Círculo Rojo, un escrito narrado en primera persona en el que, además de contarse una bonita historia, se plantean numerosas e interesantes reflexiones relacionadas con la adolescencia.
Todos hemos escuchado en alguna ocasión ese clásico adagio de que no debemos mostrar nuestros sentimientos en público ni exponer nuestros puntos débiles, ya que, como recomendaba el abuelo de Zach, «los buitres se abalanzan sobre los animales heridos». Y todos, siguiendo este consejo, nos hemos construido armaduras que oculten y protejan lo que somos en realidad y que solo nos quitamos ante aquellas personas que, creemos, ni son ni serán buitres. O cuando «disfrazamos» nuestras «movidas» interiores por otros canales. Zach, dibujante y escultor amateur, así como un gran aficionado al arte, lo expresa a la perfección: «He encontrado en la escultura y la pintura la manera de conectar mi cabeza con mi corazón y sacarlo fuera. En mis emociones están mis musas, eso es así».
«En mis emociones están mis musas, eso es así». Por frases como esta merece la pena leer este libro…
¿Hace el dinero la felicidad? Para algunos, quizás. Para Zach no. Y esa es otra de las grandes lecciones que nos ofrece esta sensacional novela. Zach es un niño rico, mimado, y algo maleducado, que hasta tiene chófer —más por dejadez de los padres que por necesidad real, y siempre con gran disgusto para él—. Tiene dinero y es popular, pero no es feliz o, al menos, no es lo suficientemente feliz. Y tiene amigos, buenos amigos, amigos creativos, inteligentes y sanos, pero tampoco eso le conduce a la felicidad. Y vive en una casa con nueva habitaciones, nueve baños y mil hectáreas de jardín. Además, Zach, junto a sus amigos más cercanos, realiza una actividad extraordinaria en una asociación, creada por uno de sus colegas y su hermana, dedicada a luchar contra el acoso escolar. Así pues, ¿por qué no es feliz? El motivo es sencillo de entender: porque nada de eso es suficiente cuando uno tiene un conflicto sin resolver consigo mismo. No cuento más. No quiero hacer spoiler, pero ahí está la clave.
Uno de los puntos más destacables de Zach Wood es su trabajado realismo, que permite que el lector ser capaz de empatizar, desde el primer párrafo, con el protagonista de esta trama. A esto hay que añadir la capacidad de la autora para exponer reflexiones sobre algunos temas relacionados con la problemática de la adolescencia. A través de Zach Wood y sus amigos, Andrea Sayago habla, por ejemplo, de las nuevas formas de prestigio social que han surgido con las redes sociales, donde los egos se alimentan de likes y seguidores; y de conceptos y problemas tan interesantes como la amistad en estos tiempos de postverdad, la dicotomía importada de Estados Unidos entre losers y winners, cada vez más presente en España; el acoso escolar —más conocido como bullying precisamente por esto que comentaba de la postverdad y de las cosas importadas—, muy presente en algunos de los mejores momentos de esta obra —léase la escena del puente—; la relación entre padres e hijos en esta sociedad individualista, eternamente presente en la literatura juvenil contemporánea; y el amor entre adolescentes, tan complicado como apasionante.
Además, los personajes están tan bien construidos que no nos puede resultar difícil asociarlos con personas reales que podamos conocer. Si hay que ponerle un pero, sería que, en el caso de los amigos del protagonista, son demasiado perfectos, inteligentes, buenos y guays. Quizás sea deformación profesional, pero a veces cuesta creer no solo que haya jóvenes «así», que los hay, sino que en un grupo de amigos sean todos así. O quizás sea que los adultos somos incapaces de asimilar que el zeitgeist del momento ha cambiado, que tenemos un prejuicio que hacernos mirar y que los jóvenes de hoy en día, cuánto menos, pueden ser tan brillantes y tan maravillosos como lo fueron los jóvenes de «nuestra época» —qué pureta y falaz suena esto— y como lo fuimos nosotros —nótese la ironía—. Seguramente sea esto.
Merece la pena destacar la relación que establece entre el protagonista y su terapeuta, y en especial un detalle: Zach considera, al principio de la obra, que Roger, como se llama el psicólogo, no le ayuda, aunque siente que al menos le escucha. Pronto descubrirá que no hay mejor ayuda que esa… Que esa es la ayuda.
En resumidas cuentas, una estupenda novela que hará las delicias de jóvenes y adultos y que, además de entretener, conduce a un montón de lecturas distintas y permite numerosas reflexiones.
Más sobre el libro: https://editorialcirculorojo.com/zach-wood/