En un pequeño lugar del norte, bajo la luz de Cata y Lorenzo, vive un viejo árbol llamado Fidel. Su salud ya no le permite moverse como él quisiera y elige a un joven llamado Aitor, conocido como el cervatillo. Aitor empieza ilusionado su labor, pero cuando le llega la hora de estar entre los humanos le invade un temor, al no querer estar en tierras movedizas. El cervatillo decide abandonar definitivamente el estar entre ellos, pero escucha una voz que le da ánimos y le aconseja que tenga paciencia con los extraños. Fidel, cuando llegue el momento, contará a los jóvenes árboles la leyenda del aldeano despistado, causándole emociones agridulces al pastor, a pesar del tiempo transcurrido.
Aitor se moverá entre los humanos, al tener que ir a una de las plazas a trabajar. La plaza Nueva es el lugar escogido para apuntar los detalles sobre la fogata de la víspera de San Juan. Pero antes visitará a los plataneros; estos son unos longevos árboles que conocen de cerca a los humanos, al estar entre ellos, en la plaza Vieja. Aitor conocerá también a un peral, ambos haciéndose buenos amigos y disfrutando del lugar en el que vive. En la plaza, que tiene que trabajar, le motivará de lleno, al llevar el Eguzkilore tallado en el suelo, pero a la vez le causará un esfuerzo al cervatillo, al no estar acostumbrado a las cosas que hace el humano con sus manos.
Meses después, Aitor se unirá con Gloria y ese mismo día conocerá a alguien muy especial llamado Ariel. En la luna de miel, se encontrarán con Mariela y Luis, ambos con aires de grandeza; y a otra pareja llamada Mar y Río. Aitor descubre algo y posteriormente un platanero lo pone al tanto sobre el árbol genealógico, haciendo entender al cervatillo que no son tan diferentes los unos de los otros. Al cabo de un tiempo conocerá a una pequeña humana llamada Aida, con la que tiene una conexión desde el primer momento en que está con ella. Fidel, aparte de la leyenda del despistado aldeano, contará otra sobre un duende y un hada.