Algunas veces, el juguetón destino —o quizás el odio infundado de algunos seres hacia quienes creen— es el causante directo de sus desgracias. Llegan a poner con sus decisiones a algunas personas al límite de su aguante como ser humano, y eso fue a lo que tuvo que enfrentarse Andrea, cuando, tras un año de ausencia por motivos laborales de su marido, cuando regresaron de nuevo a la casa de sus padres para asistir al bautizo del hijo de unos amigos muy íntimos, tuvo que poner a prueba su fuerza mental para enfrentarse a aquellos desagradables e inesperados acontecimientos acaecidos durante aquellos días, que, sin lugar a dudas, fueron el preludio de aquella increíble aventura que días más tarde se impuso llevar a cabo con la preclara intención de recuperar aquello que le había sido arrebatado de manera tan injusta y sin un motivo aparente.