Reno. Nevada. Estados Unidos. 1910. Cuando Jack Johnson, Campeón del Mundo del Peso Pesado, iba camino del ring a enfrentarse con James J. Jeffries, tuvo que escuchar a la orquestilla contratada para animar el evento tocar la canción compuesta por Ernest Hogan, All coons look alike to me.
Algo así como “todos los negros —dicho de manera estereotipada y despectiva— me parecen iguales”.
Jack Johnson era negro. Ernest Hogan, también. Jim Jeffries, no, y lo sacaron de su retiro solo porque en aquella época no podían consentir tener un campeón del mundo tan brillante, simpático y bueno, pero negro, como Johnson. Y que además no fuera como pidiendo perdón por ello.
Por supuesto, Johnson ganó aquella pelea y retuvo su título. Incluso Jeffries acabó diciendo tras el combate “jamás podría haber batido a Johnson ni en mi mejor versión. No le podría haber ganado. No, no le podría haber alcanzado ni en 1000 años”.
Pero aquel 4 de julio de 1910 no tuvo lugar sólo un combate de boxeo. Dos hombres, sin quererlo, fueron termómetro de una época a través de unos guantes de cuero. El triunfo de Johnson y los motivos de Jeffries para entrar en la pelea, con su humildad al final de la misma, nos enseñan no solo una manera de pensar y de entender el mundo y la historia en un momento de la misma, sino que, fuera del ruido del público, las orquestas y todo lo demás, dos hombres frente a frente fueron un anticipo de lo que estaría por venir. Una muestra de que un boxeador es solo eso. Un boxeador. Un hombre. Un hombre en la historia.
A lo largo de este libro se verán dieciséis historias de boxeo y de sus protagonistas, que, sin quererlo, fueron una representación perfecta de su tiempo. A través del boxeo que, como todo arte, no es más que una forma de imitación de la vida, fueron testigos silenciosos que nos cuentan cómo fue su época y su historia a través de una mirada desnuda y sin filtros. A través del lenguaje directo, sin matices y sin intereses de sus puños.
Hombres que, como todo artista, fueron grandes por una gran paradoja: representaron a través de su vida y obra el mundo que les tocó vivir de manera fiel porque fueron únicos.