Si fumar es tan malo como dicen, leer esta columna titulada genéricamente «Humo de pipa» podría originar (siguiendo el mismo efecto pernicioso atribuido al tabaco entre los no fumadores que respiran la humareda) tremendas escabechinas en la salud de los lectores que, una vez por semana, se acercan a descubrir la ceniza de algunos comentarios turbios, o a ojear el sesgo de ciertas opiniones incautas, como esas pavesas bonachonas que se depositan en el fondo de la cazoleta de brezo tras una espléndida fumada, o, simplemente, a buscar entre las volutas de mi torpe léxico, donde sólo se exhala el propósito de expresar pareceres con la vocación de practicar tolerancias, alguna bocanada de imprudente letra o achacosa ortografía […]
Por eso, si su adicción lectora es profunda y considera conveniente quitarse del humazo de este «narcoarticulista», recuerde que su médico y su farmacéutico pueden ayudarle a dejar de leerme. Pero piénselo dos veces: todo deseo reprimido es también un peligroso veneno.■