El amor. Los lazos que nos unen más allá del tiempo y del espacio. Una misión que cumplir. Así es “Aunque todo arda”. Una historia en la que Álex somos cualquiera de nosotros, donde podemos vernos reflejados sin mucho esfuerzo.
Esta es la historia de Álex, pero podría ser la historia de Helen, de Noelia, de Miguel, de Bruno. Incluso podría ser la historia de Balto. Y es la historia de todos aquellos que les rodean, que les sienten, que se convierten en el objetivo de sus respectivas misiones. Puede ser una novela romántica, pero sin duda no es únicamente eso. Es mucho más. “Aunque todo arda” es una historia acerca del valor de las emociones, de las palabras que nunca llegan (o que, aún peor, lo hacen tarde), de las consecuencias de nuestros actos, de todo aquello que dejamos pendiente una y otra vez, hasta que es demasiado tarde para redimirse.
¿O realmente no es tan tarde?
Esta es la historia de Álex, sí, la historia de una persona cualquiera en un lugar cualquiera y que acepta cambiar de vida con tal de salvaguardar su vida junto a Raquel y Paula, su mujer y su hija. Un cambio de vida que, efectivamente, se produce, pero del modo más desgraciado: un accidente que acaba con la vida de Álex y que amenaza con derrumbar la de Raquel, Paula y la de todos sus allegados (comenzando por Tania, la hermana de Álex). Pero lo que comienza siendo algo terrible termina convertido en un hermoso viaje a través de un grupo de personajes que, aunque desaparecidos físicamente, siguen a nuestro lado hasta que puedan cumplir su misión, esa misión que en un principio Álex se debate por conocer para así poder descansar junto a su padre y que, finalmente, averiguará cuál es y dedicará a ella todo su esfuerzo mientras su vida continuará pintada por esos personajes que le marcarán para siempre. Y pase lo que pase, por muy lejos que estén, Álex y el resto de sus compañeros de viaje, estarán esperando hoy, mañana y siempre, a aquellos a quienes nunca dejarán de amar…
Aunque todo arda.