Antonio Azcona Silván, una de cuyas pasiones es la lectura de novela policíaca y de misterio (aparte de escribir) y otra su amor por las grandes obras arquitectónicas religiosas y civiles de todos los tiempos, aúna ambas en esta novela para, desde una perspectiva histórica, dar cabida a que el comisario González, que resolvió el caso de El asesino de las doce campanadas, del mismo autor, vuelva a ponerse en acción para desentrañar El misterio de la vidriera desaparecida, en el que se vio implicado por su amigo leonés, el comisario Álvarez, dando lugar a que investigación policial, historia y arte muestren una faceta desconocida de la ciudad leonesa, de sus orígenes, de sus monumentos y de sus fiestas patronales de San Froilán, cuya vivencia en el año 2014 le dejó admirado y profundamente agradecido.