Mi infancia transcurrió en uno de los arrabales de Madrid, barrio que hoy se considera céntrico debido a la expansión de esta ciudad. De esta infancia, los recuerdos que acuden a mi mente no son demasiado felices y un tanto solitarios, pues con tres años me quedé sin madre.
Es en mi adolescencia cuando me empezó a interesar la historia. Solía juntarme con un par de amigos, principalmente interesados en los antiguos grandes imperios. Éramos ávidos lectores y nos encantaba explorar las bibliotecas públicas de nuestra ciudad buscando y leyendo libros de historia, libros que en aquel tiempo ninguno de nosotros nos podíamos permitir el lujo de comprar. Y así es como nació mi afición por la historia.
Siendo ya adulto, en mi treintena, consideré que mis estudios de formación profesional (FP) se quedaban algo escasos para los puestos de trabajo que iba ocupando, por lo que decidí estudiar en la universidad a distancia (UNED) Ingeniería Industrial. El tiempo transcurrió y fui alcanzando en la industria puestos de responsabilidad, de dirección, hasta que con 66 años llegó la jubilación.
Es entonces cuando alcancé, si no un estado cercano a la felicidad, al menos de sosiego y tranquilidad. Hice realidad mis sueños, entre ellos, organizar los 2500 volúmenes de mi biblioteca, viajar y estudiar, pero, sobre todo, estudiar Historia (mi asignatura pendiente).
Me hizo ilusión asistir a la universidad de manera presencial, rodeado de jovencitos (que podían ser mis nietos) y compartir con ellos las clases, los exámenes y demás experiencias, algo que, por haber estudiado la carrera a distancia, nunca hice.
Terminada la universidad, y con bastantes sueños cumplidos, me planteé cual podía ser la actividad que cubriera el tiempo que ya no dedicaba a la universidad, y decidí escribir novela histórica.
Mi primera novela versa sobre la transición entre el auge de los reinos cristianos y el ocaso del imperio andalusí, de cuya cultura siempre fui un gran admirador. Ahora en esta, la segunda, trato sobre un tiempo que para mí siempre me resultó oscuro por no entender sus porqués. Desde entonces han surgido magníficos historiadores que a la luz de los textos que han salido de fondos bibliográficos musulmanes nos dan una nueva visión de aquel periodo.
Espero que el tiempo me permita una tercera novela que poder compartir con mis lectores, pues estoy en el ocaso de mi vida (81 años).