Los que nacimos antes o durante nuestra Guerra Civil, tuvimos, sobre todo las mujeres, pocas oportunidades para estudiar siendo yo una de las privilegiadas que pudo cursar el más completo Bachillerato que ha existido (Plan 38) hasta la actualidad. Había que realizar, con sus correspondientes exámenes, un ingreso, siete cursos y una Reválida en la vieja Universidad ubicada en la calle de San Bernardo, donde teníamos que pasar un examen escrito de matemáticas, latín y literatura y otro oral ante los catedráticos, a veces autores de los textos estudiados, sobre Matemáticas, Historia, Geografía, Química, Literatura…
También dábamos griego, inglés y francés.
Toda una “educación” escolar que si, como dijo Cela: “La cultura es lo que queda después de haber olvidado lo aprendido”, con los posos que los bachilleres de entonces retuvimos, nos fue suficiente para acceder con dignidad a la vida social y de trabajo que estaban a nuestro alcance.
Realicé muchos más estudios a lo largo de mi vida y, entre ellos, Regiduría de Pisos en la Escuela Superior de Hostelería y Turismo, que ejercí cuando los hijos, pasada ya la pubertad, me lo permitieron. Cumplidos los setenta y dos años, asistí a la Universidad de Mayores, cursando tres años de “Civilización y Cultura” y posteriormente, hice monográficos sobre Literatura Hispanoamericana, Filosofía, Mitología, y otros.
Puedo decir que no he dejado de aprender aunque no sepa nada, pero la carrera más difícil a la que me he enfrentado es a la de esposa y madre, la que menos prestigio da y más conocimientos exige, porque tienes que saber Economía, Ciencias Sociales y ser buena política para poder gobernar, con sabiduría y paciencia, a un marido “sui géneris” y cuatro hijos cuyo principal propósito en su vida es hacer siempre lo contrario de lo que se les pide.
Cuando a esta edad avanzada me pongo a escribir novelas como “La danza del Escorpión”, es por un “no estar sin hacer nada los años que me quedan” y espero que algo distraiga a las personas que tengan la amabilidad de leerla. De antemano, mi agradecimiento.