De Marsella, su ciudad natal, a México, donde vivió doce años, pasando por el Languedoc, el camino llevó finalmente a Christine a un valle de la Siberia extremeña para aterrizar sus anhelos: un refugio de ermitaña cerca de Casas de don Pedro, a la hora de jubilarse después de un largo recorrido profesional.
Ahí, en medio de una naturaleza salvaje, realiza sus sueños: aprender a escuchar el latido de la Madre Tierra, entonar su vida con las estaciones, el clima, los animales y los elementos, haciendo que el día a día en vez de rutina sin sentido se vuelva una aventura apasionante pase lo que pase. En ese entorno propicio, escuchando el trino de los pájaros y el canto del viento, pinta, escribe, cuida sus amistades, su huerto, sus árboles, sus flores, sus gallinas, perros, gatos y caballo.
Vive una vida rústica y simple, el corazón contento y agradecido.
Amiga de las palabras, del misterio de las lenguas, curiosa de las versátiles formas de expresar emociones y sentimientos, ella siempre ha llevado en su trayectoria de pedagoga el deseo de compartirlo y de demostrar con todos los públicos lo profundamente benéfico de comunicar sin temores sus aspiraciones.
El viaje de Odysea es una trilogía y es su primera publicación.
CHANAÏ es el acrónimo de Christine y Anaïs, su hija.