Nací y crecí en un pequeño pueblo de Asturias. De niña dirigía obras de teatro en mi salón y decía que algún día sería actriz (ese algún día ha llegado). Cuando aprendí a escribir llené diarios hablando de monstruos que me daban miedo. Sigo haciendo lo mismo, aunque mis monstruos ya no tengan dos cabezas. Con quince años me enamoré y descubrí que el amor era una mierda. Todavía lo estoy descubriendo. Pero cada vez la mierda es más grande. Y huele peor.
En otra vida viví en Madrid porque sé que le pertenezco.
Sé que pertenezco a todos los lugares de los que no quiero marcharme. Tengo un olfato especial para adivinar cuál es la parte podrida del alma de la gente. Desgraciadamente nunca puedo evitar comérmela y eso me hace vomitar versos crueles algunas veces. Lo siento si os da asco, eso también es poesía.
Gracias a esas personas que vivieron conmigo los días de sol y se marcharon cuando empezaba a llover, porque me habéis hecho darme cuenta de que soy impermeable.
Ojalá cuando empiece la tormenta no encontréis ningún paraguas.
Odio a todas aquellas personas que infravaloran el arte porque el arte ha salvado mi vida. Y también la suya, aunque no quieran reconocerlo. Sé que la felicidad no existe y eso no me asusta. Ya he saltado por cualquier ventana por la que quieran empujarme. Vivo pensando que al final de mi vida sólo me arrepentiré de las cosas que no haga, y de momento me está funcionando.
No sé cómo moriré y ojalá nadie me lo cuente. Pero me gustaría que fuera de forma interesante y que alguien la escriba. Y otro alguien lo lea. Y a ese alguien le guste.
Creo que si este libro te gusta yo podría gustarte también y creo que eso es bueno. Esta es parte de mi alma podrida.
Estoy sirviéndotela caliente y al punto. Buen provecho.