Eduardo Noriega Seijas tuvo la suerte de ver la luz en San Vicente de la Barquera, Cantabria, y de acabar de iluminarse en tierras leonesas. El resto del mundo, visitado según tocaba, y nunca tan conocido como desearía, cinceló (aún lo hace) lo que quedaba difuso de su perfil personal. Son esas tierras vividas y visitadas las que le han regalado los mejores amigos, los más extraordinarios paisajes y las singulares experiencias que pueden verse, con mayor o menor fidelidad, en sus escritos.
Desde crío, intentó llevar de la mano, y bien cerquita de él, las ciencias y las letras. Pensaba entonces, y aún hoy, que no son feudos peleados o excluyentes. En esa idea, cursó Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos, carrera de nombre tan largo como de noble memoria. Ahí aunó vocaciones dispersas, descubrimientos impensables y un tocar la realidad con los dedos que ató sus pies al suelo de por vida…, excepto cuando escribe relatos fantásticos.
Esta es la tercera entrega de la serie de novelas El Libro Lacre, tras Todos los días muere alguien y Sin tierra ni patria. Colaboraciones en prensa y ex-temporáneos relatos breves, algunos con premio incluido, conforman el resto de su obra literaria. Obra que, pese a todas las páginas recorridas, no ha hecho más que comenzar.