Me llamo Elena y no soy escritora.
En serio, solo soy un personaje de mi propia novela.
Mi familia está convencida de que existo. Algo curioso, si tenemos en cuenta que solo nos comunicamos por teléfono.
Podría ser un contestador automático, inteligente y programado, que responda preguntas típicas de
madre:
—¿Has comido, hija?
—Sí, sí, mamá.
La cuestión es: vivo en una pequeña casa, en un pequeño pueblo y en una montaña rusa gigantesca que el dueño de la atracción olvidó apagar cuando se jubiló y se mudó al Caribe.
Sí.
Mis vértigos crónicos me obligan a invernar, pero me ofrecen una capacidad imaginativa ilimitada.
Tanta, que la historia de la humanidad me pareció aburrida y decidí modificarla un poco.
Gracias vértigos.
Me quieren y los quiero.