Nací en el Mediterráneo, aunque ya hace muchos, muchos “temporales de levante”. De una familia humildísima, eso sí. Entonces tenía padre y madre, que creo están en el cielo, los dos
se lo merecían. Mi aparecer fue en un doce de mayo de 1930. Vi la luz primera en una pequeña habitación, de una pequeña casa, adosada a una industria de mosaicos y piedra articial, al ladito mismo de una ermita marinera: Sant Simó, que de ella he sacado mi nombre. También estaba rodeado de huertas, la carretera Nacional-II, una vía de tren y como no, MI MAR (¡Por qué yo nací en el Mediterráneo!). Sí, y muy cerca de él, casi puedo decir, que “al romper sus olas”. Allí pasé de mi infancia, solo mis seis primeros años. En 1936, me sorprendió la “guerra” (palabra nueva para mí) desde entonces ya han sido solo “guerras”. Una detrás de otra y no se agotan, son interminables. Pero ya no contaré ninguna más. Solo decir que nos trasladamos a la ciudad, que me resultó muy estresante y novedosa para un infante que no había salido de las faldas de su madre, un perro, unas cuantas gallinas, unas jaulas de conejos algún que otro carro, un tren cada hora y una carretera negra sin polvo con grandes árboles, que mi padre decía que nos llevaba a Francia y una gran balsa de agua salada. Ya en la ciudad tuve que adaptarme a ella. La verdad que me costó mucho al tener que compartir con otros zagales mis vivencias o juegos. Porque se terminaron las misas de los domingos en que nos juntábamos todos los niños de los alrededores de mi ermita. Pero la “guerra” se llevó mi infancia y toda la inocencia que perduraba en mí. Trayéndome nuevas cosas que aprender. Envuelto con toda una nueva envoltura de contextos novedosos que aprender. Ya que constantemente me encontraba rodeado de niños muy diferentes de los domingos en mi ermita, cierto que un poco violentos, en mi contexto muy íntimo y someterme a la actualidad del momento. Pues ya no existía DIOS, ni los curas, ni los santos, ni las vírgenes ni las iglesias (que algunas fueron quemadas). Todo era anárquico. No entendía nada. Todo era nuevo para mí. Estaba hecho un lío. Pero el tiempo me enseñó y pronto aprendí y hacerme amigo del niño más mandón. Hallé la solución (aquí toda la guerra). Terminada esta, llegaron las escuelas. Los trabajos. Las promociones: La Mili. De nuevo trabajo hasta mi jubilación, donde empecé mis primeras letras ordenadas y la lectura de todo lo que podía y estudiar todo lo que me proponía. Me faltaba tiempo. Ya que tengo cajones llenos de papeletas manuscritas por mí. Y el último que he hecho es este, pero muy diferente de los demás… He intentado hacer un mundo a mi medida. Que lo expongo en él. Espero que les guste.